La buena educación y el papel de los padres ( 1)

Ningún niño nace educado y es absurdo esperar que cumpla este proceso por sus propios medios, de manera espontánea. No hay corriente intelectual ni inteligencia emocional que induzca a un ser humano en formación a un milagroso autodidactismo en este campo. Jean-Jacques Rousseau, filósofo de la ilustración y uno de los inspiradores de la revolución francesa, sostenía que si desde su nacimiento los niños entendieran de razones, no habría necesidad de educarlo.

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¿Quién sería un ser razonable?

Entender de razones es ser razonable. Siguiendo la línea, el matemático, filósofo y pedagogo madrileño Ricardo Moreno Castillo reflexiona que «es ser razonable quien sabe dialogar, lo cual significa que sabe escuchar cuando se le habla en lugar de mirar para otro lado. Es razonable quien respeta el derecho de los demás y no arma problema cuando el profesor atiende a un alumno en dificultades (…) Es razonable quien no ensucia a propósito el suelo porque comprende que los encargados de limpieza no son esclavos. Es razonable quien reconoce cuando se equivoca y sabe cuando tiene que rectificar y pedir disculpas. Todos estos criterios tienen un origen común que se llama buena educación. Que le vamos a hacer si los valores, la paz y la tolerancia, en su materialización más cotidiana, tienen un nombre tan poco interesante como es el de buena educación» (1).

A la descripción que hace Moreno Castillo de la «buena educación» se le pueden agregar otros condimentos, como la empatía, aceptación, cooperación, responsabilidad y una larga serie de valores. Estos fundamentos de la buena educación no están, ni deben figurar en los programas escolares. Se encuentran, en cambio, entre las prioridades de la función educadora de los padres.

Inculcar todo esto dice, «consiste en lo que tienen que hacer los padres antes de que el hijo esté en manos de los profesores». Y agrega: «La buena educación no es solo lo más importante que se debe enseñar, es la condición indispensable para que se pueda enseñar cualquier otra cosa» (…)

Pero si los padres no han cumplido previamente con su obligación es imposible que el profesor cumpla  con la suya. Bien educado se sale de la casa, y no hay programa escolar, docente o ministerio que pueda (o deba) remediar una omisión en ese sentido.

La escuela es un auxiliar de la tarea de los padres, pero ellos son los protagonistas centrales en lo que a educación se refiere. La escuela es el primer asistente y el más valioso.

Actividades

Responde estas preguntas.

1. ¿Quién educa a tus hijos, sus padres o la escuela?

2. ¿Educas a tus hijos para que se conviertan en adultos razonables?

Fuentes

Panfleto antipedagógico. Barcelona, Lector, 2006;

Quien educa a nuestros hijos. Sergio Sinay. Buenos Aires. 2012.

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