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Batalla de Acosta Ñu... un acontecimiento digno de recordar.
Hoy nos referiremos a una batalla increíble e inolvidable librada durante la Campaña de las Cordilleras.
Batalla de Acosta Ñu
Con la caída de Piribebuy, Francisco S. López ordenó el abandono del campamento de Azcurra (Caacupé) y la retirada hacia el norte.
Un ejército extenuado
Era el atardecer del 13 de agosto, cuando la caravana compuesta por un ejército extenuado se puso en marcha hacia su trágico destino.
Al frente iba una división comandada por el general Resquín, de 15 años; y, en la retaguardia, otra división que tenía al frente a Bernardino Caballero. Esta unidad custodiaba un largo convoy de carretas estiradas apenas por flacos bueyes.
La batalla
La marcha de la carretería se hacía lenta, pues era difícil aligerar el paso a causa de la flacura de los bueyes y por su conducción, la cual era guiada por mujeres, ancianos y, sobre todo, niños de 14 y 15 años, con barbas postizas, tratando de simular su corta edad.
Los infantes quedaron rezagados del cuerpo principal de la caravana y fueron alcanzados en el paraje de Campo Grande de Acosta, Acosta Ñu o Rubio Ñu (nombres que se dio a la zona) por el grueso de las tropas aliadas.
El jefe paraguayo sólo contaba con 3.000 soldados... Era el 16 de agosto de 1869...
La batalla comenzó al amanecer y terminó a la puesta del sol.
¡Qué resistencia la de estos soldados!
Los pequeños guerreros se batieron con homérica furia, soportando y rechazando a su manera las cargas de las mejores tropas imperiales brasileñas.
La fuerza paraguaya fue destruida casi en su totalidad: cayeron al juramento de ¡Antes Morir!.
Se salvaron algunos pocos soldados, entre ellos Emilio Aceval, que contaba con 15 años, junto con Bernardino Caballero, quien después de esta batalla fue ascendido a general de división.
Esta batalla nos cuenta uno de los episodios más tristes sucedidos durante la Guerra Grande.
El homenaje
Como una forma de perpetuar la hazaña de aquellos niños que dieron sus vidas en aras de la patria, el Gobierno nacional dispuso que el 16 de agosto de cada año se rinda homenaje a cada niño paraguayo en recuerdo de aquellos niños héroes que simularon ser mayores cuando en realidad fueron y son grandes de la historia nacional.
Y en homenaje a aquellos heroicos niños y a los que hoy embellecen nuestras vidas, transcribimos estos versos que Eloy Fariña Núñez dedicó en su Canto secular:
Flores también a los gentiles niños,
en cuyos labios suena el himno patrio
con el candor alado de la blancura
de un susurrante vuelo de las palomas,
y en cuyos ojos resplandece, trémulo,
el incendio remoto de la albas.
Sean cuidados con el noble ahínco
que requieren los brotes y los gérmenes.
Pueblen su tierna mente los maestros
de crisálidas, astros y cocuyos.
Adquieran fortaleza y gallardía
en la viril acción de la gimnasia.
Visiten los sepulcros de los héroes,
cúbranlos de plegarias y coronas.
Y entonen cantos en loor eterno
del creciente esplendor de la República.
Batalla de Acosta Ñu
Con la caída de Piribebuy, Francisco S. López ordenó el abandono del campamento de Azcurra (Caacupé) y la retirada hacia el norte.
Un ejército extenuado
Era el atardecer del 13 de agosto, cuando la caravana compuesta por un ejército extenuado se puso en marcha hacia su trágico destino.
Al frente iba una división comandada por el general Resquín, de 15 años; y, en la retaguardia, otra división que tenía al frente a Bernardino Caballero. Esta unidad custodiaba un largo convoy de carretas estiradas apenas por flacos bueyes.
La batalla
La marcha de la carretería se hacía lenta, pues era difícil aligerar el paso a causa de la flacura de los bueyes y por su conducción, la cual era guiada por mujeres, ancianos y, sobre todo, niños de 14 y 15 años, con barbas postizas, tratando de simular su corta edad.
Los infantes quedaron rezagados del cuerpo principal de la caravana y fueron alcanzados en el paraje de Campo Grande de Acosta, Acosta Ñu o Rubio Ñu (nombres que se dio a la zona) por el grueso de las tropas aliadas.
El jefe paraguayo sólo contaba con 3.000 soldados... Era el 16 de agosto de 1869...
La batalla comenzó al amanecer y terminó a la puesta del sol.
¡Qué resistencia la de estos soldados!
Los pequeños guerreros se batieron con homérica furia, soportando y rechazando a su manera las cargas de las mejores tropas imperiales brasileñas.
La fuerza paraguaya fue destruida casi en su totalidad: cayeron al juramento de ¡Antes Morir!.
Se salvaron algunos pocos soldados, entre ellos Emilio Aceval, que contaba con 15 años, junto con Bernardino Caballero, quien después de esta batalla fue ascendido a general de división.
Esta batalla nos cuenta uno de los episodios más tristes sucedidos durante la Guerra Grande.
El homenaje
Como una forma de perpetuar la hazaña de aquellos niños que dieron sus vidas en aras de la patria, el Gobierno nacional dispuso que el 16 de agosto de cada año se rinda homenaje a cada niño paraguayo en recuerdo de aquellos niños héroes que simularon ser mayores cuando en realidad fueron y son grandes de la historia nacional.
Y en homenaje a aquellos heroicos niños y a los que hoy embellecen nuestras vidas, transcribimos estos versos que Eloy Fariña Núñez dedicó en su Canto secular:
Flores también a los gentiles niños,
en cuyos labios suena el himno patrio
con el candor alado de la blancura
de un susurrante vuelo de las palomas,
y en cuyos ojos resplandece, trémulo,
el incendio remoto de la albas.
Sean cuidados con el noble ahínco
que requieren los brotes y los gérmenes.
Pueblen su tierna mente los maestros
de crisálidas, astros y cocuyos.
Adquieran fortaleza y gallardía
en la viril acción de la gimnasia.
Visiten los sepulcros de los héroes,
cúbranlos de plegarias y coronas.
Y entonen cantos en loor eterno
del creciente esplendor de la República.