La afectividad, un ingrediente del aprendizaje

La primera y más importante escuela es el hogar, espacio donde el niño va adquiriendo y desarrollando conocimientos, hábitos, destrezas, disciplina, afecto, estímulos; estos le favorecerán aceptarse a sí mismo, sentirse seguro y adaptarse al estilo escolar, de tal forma de lograr resultados satisfactorios a lo largo de su vida. Lautrey sostiene que “los niños educados en ambientes flexiblemente estructurados obtienen mejores resultados que los que se educan en ambientes más rígidos”.

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El docente debe considerar que el aprendizaje del niño abarca varias áreas (cognitiva, afectiva, psicomotriz, social) y que necesariamente deben ir muy bien articuladas para que se produzca esa asimilación placentera y verdadera.

Estamos inmersos en un mundo globalizado donde los parámetros de convivencia familiar, escolar, comunitaria han sido sustituidos por antivalores que el niño percibe desde muy temprana edad. La violencia se ha instalado en los espacios sociales, desencadenando desórdenes y graves consecuencias, en muchos casos, irreversibles. Se necesita redoblar los trabajos en la familia y la escuela para resguardar la salud física y mental de los miembros. Todo lo que afecta positiva o negativamente al niño incide en su aprendizaje. Los problemas de aprendizaje han aumentado aceleradamente en las escuelas del país.

Actividades sugeridas:

1. Ser flexibles permitirá establecer pautas de comportamiento.

2. Brindar trato agradable cuidando siempre el tono de voz.

3. Demostrar un rostro atractivo con pizcas de humor.

4. Acercarse al niño con abrazos.

5. Elogiar permanentemente los logros del niño.

6. Crear sintonías con la mirada, movimientos, gestos, posturas.

7. Generar un clima de confianza y credibilidad.

8. Ofrecer espacios de liderazgos.

9. Fomentar aprendizaje cooperativo.

10. Compartir lecturas amenas.

“Maestro/Maestra: Ámame, abrázame, te necesito”. (Anónimo)

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