Hurgando en la literatura universal

Luego de hurgar nos encontramos con la versión castellana del Panchatantra, un libro antiquísimo de la India.

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Esta es una obra que bien se merece el calificativo de universal, ya que pocos son los pueblos cuya literatura no incluye una o más versiones de ella. Esta versión castellana se debe al infante don Alfonso, quien más tarde había de reinar con el nombre de Alfonso X el Sabio.

El libro Calila y Dimna fue, durante más de tres siglos, las delicias de grandes y pequeños, y aún hoy se lee con gusto, lo que nos ha decidido a reproducir algunas historias que iremos leyendo en forma alternada.

Que su lectura les resulte grata es nuestro mayor deseo. Compartimos tres cuentos para disfrutar de cada narración y, ni que decir, de los niveles aleccionadores.

Texto 1

El hombre engañado por los cargadores

Cuentan los sabios que a un hombre, pasando un día por un campo, se le apareció un tesoro riquísimo, como ningún ser humano lo había visto jamás. Lo contempló nuestro hombre admirado, y pensó:

—Si yo me tomara el trabajo de llevar a mi casa este tesoro que he hallado, sería un necio, pues es grande y pesado y no podría llevarlo de una sola vez. Tendría que hacer varios viajes, lo que, sin duda, me fatigaría mucho, pues no estoy acostumbrado a trabajos tan duros. Así que lo mejor será que pague a unos peones para que me lo lleven a mi posada, y yo iré tras ellos cómodamente.

Y así lo hizo. Trajo a unos hombres y les mandó que cada uno cargase una parte del tesoro y se lo llevase, y él se fue detrás muy satisfecho de la feliz idea que había tenido. Pero al llegar a su casa, no vio ni rastro del tesoro. Cada uno de los peones se había escapado por su parte, y jamás tuvo noticia de ellos. El hombre, entonces, comenzó a lamentarse de su suerte y, comprendiendo su error, decía:

—¡Ay de mí, que no supe aprovechar la ocasión y dejé que la felicidad se escapara de mis manos! Justo castigo a mi necedad, pues no he sabido cuidar de mi propio bien.

Pues tengan esto en cuenta los que leyesen este libro. Sepan que no basta con leerlo, sino entender y afirmar lo que se haya leído. No hagan como el hombre del cuento, que tuvo un tesoro en su poder y lo dejó escapar tontamente por pereza o comodidad.

Texto 2

El ignorante que quería pasar por sabio

No sea que les ocurra como a un joven que quería saber Gramática y se fue junto a un amigo que era sabio, y le pidió que le diese las reglas para hablar bien.

El amigo le escribió un amplio estudio de las principales normas por las que el idioma se rige, con ejemplos para que pudiese comprenderlas mejor y aplicarlas debidamente. Le dio las gracias el joven y se marchó muy contento.

Y toda aquella noche se pasó leyendo el tratado de Gramática. A la mañana siguiente se juntó con unos sabios para discutir temas relacionados con lo que había estudiado, pero cuidando sobremanera el poder darles a entender que sabía tanto como ellos. Mas, queriendo lucir su sapiencia, soltó tan grande disparate apenas había comenzado a hablar, que los sabios, sin poder evitarlo, soltaron a reírse de las sandeces que decía.

—¿Por qué se burlan de mí? —preguntó, sorprendido, el joven— ¿Acaso he cometido algún error?

—Sí —respondió, amablemente, uno de ellos—, la expresión correcta es esta (.....) —y le explicó cómo debía decirse, y por qué.

—Eso no es verdad. Yo tengo, aquí, un libro con las normas del lenguaje y lo he leído durante toda la noche. Me he guiado por sus enseñanzas y no puedo fallar en lo que afirmo.

Entonces, tomó el sabio el libro en sus manos y lo estuvo ojeando un buen rato, detenidamente.

Al cabo dijo:

—El libro está bien, y no dudo de que lo hayas leído de cabo a rabo. Pero una cosa es leer y otra, muy distinta, es comprender lo que se lee.

Marchó el joven, corrido y, desde aquel día, se aplicó en el estudio del libro, procurando desentrañar lo que en él se decía. Y con el tiempo llegó a hablar con tanta propiedad y corrección, que muchos acudían a él para consultarle y rogarle que les transmitiese parte de su saber, y lo llamaban MAESTRO.

Texto 3

El perro engañado por el reflejo

Pasaba un perro por un puente, sobre un río, con una costilla de carne en la boca, y vio su imagen reflejada en el agua; y creyendo que era otro perro que venía hacia él, se propuso arrebatarle su presa y soltó la suya, con tan mala fortuna que el trozo de carne cayó rodando en el agua, con lo que el perro se quedó sin comer.

Pues a tanto alcanza la codicia también entre los humanos. ¡Cuántos, por ambicionar lo ajeno, pierden lo suyo!

ACTIVIDADES RELACIONADAS

* Leemos cada cuento y marcamos las palabras nuevas.

* Buscamos en el diccionario el significado de las palabras desconocidas.

* Volvemos a leer las historias para aquilatar su valor narrativo.

* Completamos las actividades con las propuestas de la página 13 de la revista Tarea para la Casa.

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