Héroes míticos

Los seres humanos siempre buscamos una explicación a todo. Hoy, gracias a los adelantos científicos, quedan pocos «misterios» por resolver. No ocurría lo mismo en la antigüedad, cuando se buscaban respuestas en lo sobrenatural y se creaban narraciones en las que los héroes, dioses y monstruos cobraban protagonismo. Las hazañas de estos explicaban el origen de todos los fenómenos. ¿Leemos una de la remota Grecia?

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Teseo y el Minotauro

Gran consternación dominaba a los atenienses que observaban la costa. Con Egeo, su rey, contemplaban en el mar un barco de velas negras que se perdía poco a poco en el horizonte rumbo a la isla de Creta. En él iban siete de sus más queridas hijas y el mismo número de sus amados hijos. Entre la multitud, nadie se hallaba más adolorido que el rey Egeo. Era el tercer año que Minos, rey de Creta, solicitaba el tributo de siete de las más bellas doncellas y siete de los más apuestos jóvenes para que los devorase el Minotauro que habitaba en el laberinto.

En ese año formaba parte de las víctimas que se habían embarcado en la nave de negras velas, el príncipe Teseo, hijo del rey Egeo. Este había pedido permiso para ser parte de los catorce, pues había jurado liberar a su patria de tan vergonzoso tributo, matando al Minotauro.

¿Volvería el barco, como en dos ocasiones, empujado por las velas negras arrastrando el silencio de las voces juveniles?

Llegados los jóvenes al palacio de Minos, Teseo solicitó al rey el honor de encabezar el sacrificio. «Mándame a mí primero a la guarida del Minotauro», gritó. Minos admiró su valor; pero más su hija Ariadna, quien quedó enamorada del joven.

Por la noche, Ariadna fue a la prisión hasta donde Teseo reposaba, le dio un ovillo de seda y le dijo: «Valeroso príncipe, sin este regalo que te hago será imposible salir de los enrevesados túneles del laberinto».

A la mañana siguiente, cuando penetraba en el laberinto, Teseo amarró disimuladamente uno de los extremos del ovillo a un saliente de la entrada, y siguió desenrollándola a medida que avanzaba en la oscuridad.

De repente, se encontró con el monstruoso hombre-toro; lo atacó y luchó con él, se abalanzó sobre el Minotauro y agarrándolo por el cuello lo estranguló.

El hilo de seda condujo a Teseo a la puerta del laberinto. Con la ayuda de Ariadna libertó a sus compañeros y todos, incluso la princesa, volvieron felices al barco.

Y alegre retornó la nave.

Infortunadamente el alborozo que embargaba los corazones hizo que Teseo olvidara el cambio de velas. Así cuando el rey Egeo, vio que el barco volvía con las velas negras izadas, se arrojó desesperado al mar, que desde ese día se apellida «Mar Egeo», en memoria del triste padre de un príncipe olvidadizo.

Sobre el libro

Título: Bestias fabulosas

Edición: Ernesto Franco

Editorial: Voluntad

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