Fábula de Esopo

Una historia muy conocida, pero que nunca deja de enseñarnos. Disfruta de la fábula de la liebre y la tortuga, y en el segundo número haremos los ejercicios de comprensión.

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La liebre y la tortuga

 Esopo

En el mundo de los animales vivía una liebre muy orgullosa, porque ante todos decía que era la más veloz. Por eso, constantemente se reía de la lenta tortuga.

—¡Miren la tortuga! ¡Eh, tortuga, no corras tanto que te vas a cansar de ir tan de prisa!

—decía la liebre riéndose de la tortuga.

Un día, conversando entre ellas, a la tortuga se le ocurrió de pronto hacerle una rara apuesta a la liebre.

—Estoy segura de poder ganarte una carrera —le dijo.

—¿A mí? —preguntó, asombrada, la liebre.

—Pues sí, a ti.

La liebre, muy divertida, aceptó.

Todos los animales se reunieron para presenciar la carrera. Una vez listos los animales, comenzó la carrera entre grandes aplausos. Confiada en su ligereza, la liebre dejó partir a la tortuga y se quedó remoloneando. ¡Vaya si le sobraba el tiempo para ganarle a tan lerda criatura!

Cuando la tortuga pasó por su lado, la liebre aprovechó para burlarse de ella una vez más. Le dejó ventaja y nuevamente emprendió su veloz marcha.

Varias veces repitió lo mismo, pero, a pesar de sus risas, la tortuga siguió caminando sin detenerse. Confiada en su velocidad, la liebre se tumbó bajo un árbol y ahí se quedó dormida.

Mientras tanto, pasito a pasito, y tan ligero como pudo, la tortuga siguió su camino hasta llegar a la meta. Cuando la liebre se despertó, corrió con todas sus fuerzas, pero ya era demasiado tarde. La tortuga había ganado la carrera.

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