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No vio a un obrero municipal que estaba trabajando en el asfalto. Este lo había estado mirando cuando tomó el maletín. Y lo siguió corriendo.
El obrero llegó hasta el banco donde estaba sentado el hombre con el maletín y le dijo:
—¿Piensa usted devolver eso?
—¿Claro que no! —replicó el otro.
—Pero no es suyo. ¡Hay que devolverlo!
Y se pusieron a discutir. Alzaron tanto la voz, que empezó a juntarse gente a su alrededor.
En eso, el que había agarrado el maletín vio que se acercaba también un policía.
Soltó el maletín, se abrió paso entre el gentío y salió corriendo.
Seguramente tendría cuentas pendientes con la justicia.
El obrero municipal pidió al policía que lo acompañara a la dirección que figuraba en las tarjetas del interior del maletín.
Llegaron a la casa de la dirección, cuando también llegaba, desesperado, el señor Pérez. Le preguntaron si vivía ahí y cuál era su nombre... No pudieron decir nada más:
—¡Sí! —casi gritó cuando vio el maletín en manos del obrero municipal.
—¡Yo soy Juan Pérez!— ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! —decía, mientras abrazaba, casi llorando, al obrero municipal y al policía.
—¡Aún queda gente honrada en este mundo... ! —repetía. Pero el señor Pérez no sabía cuál fue la historia del maletín mientras no estuvo en sus manos.
El obrero municipal y el policía se despidieron de él y se retiraron. No sabían que habían salvado la vida a la señora de Pérez, con su sencilla honradez, al devolver el maletín.
Con el dinero que había adentro la señora Pérez pudo operarse. Se sanó y pudo volver a trabajar muy contenta.
Sobre el libro
Título: El maletín del señor Pérez
Redacción: Raúl Silva Alonso
Editorial: El Lector
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