Cargando...
Pero vamos a detenernos en uno de esos avances, uno que cambió la faz de la Tierra y los medios de comunicación y transporte, y que estuvo presente en nuestro país apenas desarrollado como herramienta: nos referimos al ferrocarril.
Si bien es cierto, el ferrocarril tiene antecedentes tan remotos como los carriles de Diolkos en la Antigua Grecia, utilizados para transportar barcos en Corinto a través de una senda que estuvo operativa desde el año 600 a. C hasta el siglo I d. C.; o los carriles de madera de la Edad Media en la Europa Central movidos por tracción animal o humana, y los vagones utilizados en las minas para transportar mineral a la superficie, fue recién durante la Primera Revolución Industrial, entre los siglos XVIII y XIX, que comenzó su marcha triunfante como precursor de la modernidad.
El ferrocarril resultó atractivo y eficiente porque era un vehículo capaz de transportar de forma autónoma, por tierra, grandes cantidades de mercaderías y personas con el menor esfuerzo económico y energético posible para su época. Es cierto que, para que funcionara, había que realizar una gran inversión inicial, sobre todo con la instalación de los sistemas de rieles, estaciones y equipamiento, pero todo era recuperado con creces apenas entraba en funcionamiento.
Aparte de la importancia como medio de comunicación y transporte, el ferrocarril también se convirtió en un fenómeno que ayudó a abrir nuevas rutas comerciales y a la fundación de pueblos y ciudades a lo largo de sus vías, con lo que el progreso económico y social pronto se hizo presente en toda su zona de influencia.
Los primeros ferrocarriles, un tanto diferentes a los que ahora se conocen, fueron movidos al principio por tracción humana o animal, como se había dicho anteriormente. Pero cuando comenzaron a utilizarse los dos principales elementos de la Primera Revolución Industrial, el carbón mineral y el motor a vapor, inventado por James Watt, el panorama de este medio cambió por completo debido a que los trenes fueron más poderosos y autónomos, los vagones más largos y de mayor capacidad, y se podían cubrir mayores distancias.
En 1825, en Inglaterra, se construyó la primera locomotora que podía arrastrar vagones y mercaderías. Ese día nació la explotación comercial de este importante medio de transporte que muy pronto también llegó al Paraguay.
Los primeros ferrocarriles, un tanto diferentes a los que ahora se conocen, fueron movidos al principio por tracción humana o animal.