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Conceptos básicos
La significación podría definirse como aquello que se describe o se comunica a través de un signo susceptible de evocar un objeto, un ser, una noción, un acontecimiento, etc. Desde la perspectiva lingüística, y por tanto también desde la semántica, los signos más característicos, o al menos los más utilizados, son las palabras. Por ejemplo, el significado del signo malo es aquello que todos los que hablan español entienden o asocian a partir de esa palabra. Por tanto, se puede afirmar que no hay significado, o sentido, sin signo.
Consejo
La adquisición del vocabulario debe proyectarse sobre aspectos teóricos con eje práctico. En este sentido, importante función cumple la semántica, disciplina que estudia el significado de las palabras, pues el lenguaje no está aislado del ser humano, sino que forma parte de él, está concebido para “significar”, para dotar de contenido significativo a las expresiones, oraciones y otros objetos lingüísticos de los cuales se sirven los hombres para comunicarse.
Una preocupación ancestral
El hombre se ha preocupado por el estudio del lenguaje y de las palabras desde antiguo. Ya hacia el año 200, en su libro Adversus mathematicos, el griego Sexto Empírico escribió: “El significado, el significante y el objeto se unen entre sí de tres maneras. El significante es la imagen mental, el significado es el contenido referido, y ambos, significante y significado deben ser percibidos simultáneamente”.
Muchos siglos más tarde, el lingüista suizo Ferdinand de Saussure (1857 – 1913) acuñó la que, aún en la actualidad, está considerada como la definición moderna de semántica: La semántica es la ciencia de los significados (de las palabras) de la lengua. La etimología, por su parte, es la ciencia que estudia el origen de las palabras y la razón de su existencia, de su significado y de su forma.
Hoy en día, la semántica no solo se preocupa de las palabras aisladas y de la evolución de su significado, sino que las estudia dentro del contexto en que se emplean.
El triángulo semántico
Las tres aristas representativas del signo lingüístico:
.Significado
.Significante
.Referente
Al signo lingüístico se lo asocia en la mente con las personas o las cosas: es la imagen, o concepto que nace de un referente. Es el rasgo, el acontecimiento sobre lo que se habla y que es fruto de un aprendizaje colectivo. Por tanto, el lenguaje se utiliza normalmente para evocar. En su conformación van involucradas tres entidades.
Significante es el nombre de la palabra, su forma gráfica y su fonética.
Significado es la información o pensamiento contenido en la representación gráfica o sonora.
Referente es la realidad sobre la que se habla.
Analicemos un ejemplo.
a. Para comer utilizo una silla negra.
b. Antes de la carrera, el jinete ajusta la silla del caballo.
Si tomamos en consideración el signo (o palabra) silla, está conformado por los componentes s+i+l+l+a y es el mismo en ambas frases. Sin embargo, no ocurre lo mismo con su significado, ya que el significado evoca, o proyecta, en la mente una información (una imagen) distinta. Esta evocación, diferente en cada frase, se produce gracias a los conocimientos que las personas tienen del referente, es decir, de la cosa real de la que se habla en cada una de las frases.
Queda claro que una serie de sonidos o dibujos no llegan a ser palabra, o signo lingüístico, hasta que no se asocia a una determinada representación mental, es decir, un significado.
Los distintos tipos de significado
Se suelen distinguir entre un significado usual (o conceptual, principal o de base) de una palabra, que es el más extendido, al que se remiten prácticamente todos los hablantes, y otro secundario (o contextual, particular o marginal), que es el que se utiliza en una situación o contexto en concreto. No es difícil comprender estos conceptos si se examinan las dos frases siguientes:
a. En ese negocio Juan perdió mucho dinero. (significado usual)
b. En ese negocio Juan se dejó mucha pasta. (significado secundario)
Está claro que en la segunda de ellas las palabras dejó y pasta no se utilizan con su significado usual sino con uno secundario; aun así, debido al contexto en el que se presentan, la frase se puede entender perfectamente.
El significado usual se denomina significado denotativo que es el significado habitual o estable de una palabra, el que se determina con un amplio significado. Si, por ejemplo, pensamos en la palabra cola, pensamos que es el rabo de un animal, que de hecho es su significado denotativo. Sin embargo, también se utiliza con mucha frecuencia con significado secundario, como el de “fila de personas” o “pegamento”. Estamos, entonces, frente a un significado connotativo.
Ejemplos:
a. La cola del perro es larga. (significado denotativo)
b. Juan se puso al final de la cola. (significado connotativo)
La evolución del significado
Los significados connotativos de un signo se crean y varían a través de los cambios culturales e históricos, así como de las experiencias vividas. Por ejemplo, es evidente que el significado denotativo de la palabra rojo es el que se refiere a un color; sin embargo, a causa de determinados factores sociales o culturales, ese mismo término, en ciertos contextos, puede connotar peligro e incluso una ideología.
Los significados de las palabras
El conjunto de todos los significados usuales de una palabra se conoce con el nombre de denotación.
El conjunto de todos los significados secundarios de una palabra se define con el nombre de connotación, que es aplicable a todo lo que un término puede evocar o sugerir.
El significado connotativo puede expresar ciertas “propiedades” de la palabra que están dentro de su mismo valor significativo, comprensible solo para un grupo de ellos o para una sociedad entera. Por ejemplo, está claro que en la frase “Rosita es un cielo” esta última palabra adopta un significado connotativo que la mayoría de los hispanohablantes entienden; sin embargo, si esa misma frase se traduce a otra lengua dejará de tener sentido, ya que para los hablantes de esa otra lengua la palabra cielo carece de ese significado connotativo.
Por tanto, las connotaciones de un signo pueden variar de una comunidad o grupo de individuos a otra, pero también de una época histórica a otra, de una profesión a otra o incluso de un barrio de una gran ciudad a otro.