El congreso de los sabios tontos (Última parte)

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(Saúl Schkolnik)

Siguen reunidos los animales…

–Aprovecho –continuó la Cebra– para hacer mi propuesta, con el fin de mejorar la vida de nuestro pueblo. Y la hago en nombre de los que vivimos en las praderas: que se corten muchos árboles para que la pradera sea más amplia y podamos correr libremente.

–¡Bravo, bravo! –gritaron entusiasmados todos los animales sabios de las praderas. Los otros animales no aplaudieron.

–Quiero agregar todavía a mi propuesta, que se plante mucho pasto fresco en estas praderas nuevas para que nosotras, las cebras que vivimos en ellas, podamos comer.

Ahora nadie aplaudió.

El León sabio, aprovechando el silencio, rugió así:

–Colegas sabios, estoy de acuerdo con la segunda propuesta hecha por mi distinguida compañera, la Cebra sabia, sobre todo en vista de que nuestros colegas del bosque no han sido capaces de ponerse de acuerdo para solicitar algo definido.

Se oyeron algunos silbidos de desaprobación. […]

Entonces rugió más fuerte el León sabio:

—Con una leve modificación: el pasto que se plante debe ser largo y seco, para que los leones podamos ocultarnos al ir de caza.

–Corto y tierno –gritó la Cebra, pensando en que se iba a quedar sin pasto para comer.

–Largo y seco –rugió el León.

–Nada de pastos, queremos árboles altos –gritó indignada la Jirafa. […]

Todos empezaron a gritar al mismo tiempo.

El Tigre, sabio y astuto, dejó que gritaran un rato y luego comenzó a hablar en voz baja. Todos se fueron callando para poder escucharlo.

–Queridísimos colegas sabios, ¿si todos queremos lograr una vida mejor, por qué no armonizamos las diferentes opiniones? […] Yo tengo la forma perfecta de hacerlo: se trata de plantar algo que sea largo y seco, pero que tenga hojas tiernas cerca del suelo, y también en lo alto. Que sirva para balancearse y tenga un tronco con un agradable sabor dulce. Es el bambú que crece en los cañaverales, en donde nosotros los tigres vivimos ¡tan cómodamente!

–No sirve, es muy tieso y no deja correr.

–Las hojas son ásperas.

–El tronco es delgado.

–No tiene ramas.

Y nuevamente se pusieron todos a gritar.

El presidente del congreso tuvo que suspender la reunión. Después del almuerzo se reanudó la sesión:

Se levantó el Camello sabio y su discurso fue así:

–Colegas, ¿por qué no buscamos un terreno muy grande, lo llenamos con arena y, cada cierto espacio, colocamos unos grandes oasis de pasto, otros de cañaverales y otros de árboles o arbustos?

Se calló y todos los animales se quedaron pensando, no muy convencidos.

Iban a empezar a protestar, pero antes de que pudieran decir nada, un gordo Hipopótamo sabio, dijo así:

–Bueno... bueno... eso de las islas con diferentes plantas... me parece muy bien...

–Yo no he hablado de islas, colega –le corrigió el Camello sabio–, he propuesto un desierto.

–¡Tonterías...! –contestó el Hipopótamo– lo que hace falta es un lago...

–Un desierto.

–Praderas.

–Pastos tiernos.

–Bosques.

En fin, la batalla fue indescriptible. Cada uno gritaba su propuesta y nadie entendía nada.

Alejándose, el Elefante, sabio y anciano, moviendo su trompa comentó:

–¡Qué sabios más tontos estos! Quieren arreglar su reino, pero cada uno piensa solo en su propio beneficio.

Y como afortunadamente no se han puesto de acuerdo, sigue habiendo desiertos, lagos, pantanos, bosques, montañas, praderas, y todo lo demás, repartidos por el mundo.
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