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Pero lo que no era chivo era su pretensión de estar a la moda y ser el animal más bello de Tetuán. Este chivo pasaba la mayor parte del tiempo observando su imagen en el lago.
Cierta tarde de mucho calor, se acercaron allí una mona, una mariposa, un hipopótamo y un elefante. El pretencioso chivo levantó la vista y observó con detenimiento a cada uno de los animales, reflexionó un rato y luego exclamó:
¡Ya está! ¡He descubierto lo que me afea y me avejenta! ¡Es mi espesa barba! ¡Ningún animal la tiene! ¡Qué anticuado parezco!
Cuando llegó a su casa le contó a su padre, don Chivón, la concusión a la que había llegado observando a los otros animales:
¡Padre!, nuestra barba no es bonita, ni nos da una apariencia de moda! ¡Voy a afeitarme!
No creo que tu aspecto físico sea mejor por no tener barba. Solo serás un chivo al que le falta algo, dijo don Chivón. Pero claro, es bueno que lo compruebes por ti mismo.
El chivo ni alcanzó a escuchar las sabias palabras de su padre. Ya estaba lejos en el centro de Tetuan, buscando quien afeitara su barba.
Buenos días, don Mono, me dijeron que usted es peluquero y puede quitarme esta barba para estar elegante y bien a la moda.
Claro que sí, dijo el mono, pero acabo de venir de París y allí los chivos llevan barba muy a lo chivo, igual que el resto del mundo.
Y, aunque el mono no compartía la decisión de su cliente de cambiar de aspecto, igual le recortó la barba.
Luego de ser bien afeitado, el chivo corrió presuroso a encontrarse con su novia. Grande fue su sorpresa al notar que ella no lo reconocía. Lo miraba y lo miraba. Notaba algo familiar en sus ojos y pensaba que ese extraño ser, que no parecía chivo, ni carnero, ni oveja, ni cervatillo, tal vez con una elegante barba sería un chivo encantador.
Reflexión: Debemos estar orgullosos de quienes somos, pero sin vanidad. Solo así podremos relacionarnos con quienes nos rodean.
Cierta tarde de mucho calor, se acercaron allí una mona, una mariposa, un hipopótamo y un elefante. El pretencioso chivo levantó la vista y observó con detenimiento a cada uno de los animales, reflexionó un rato y luego exclamó:
¡Ya está! ¡He descubierto lo que me afea y me avejenta! ¡Es mi espesa barba! ¡Ningún animal la tiene! ¡Qué anticuado parezco!
Cuando llegó a su casa le contó a su padre, don Chivón, la concusión a la que había llegado observando a los otros animales:
¡Padre!, nuestra barba no es bonita, ni nos da una apariencia de moda! ¡Voy a afeitarme!
No creo que tu aspecto físico sea mejor por no tener barba. Solo serás un chivo al que le falta algo, dijo don Chivón. Pero claro, es bueno que lo compruebes por ti mismo.
El chivo ni alcanzó a escuchar las sabias palabras de su padre. Ya estaba lejos en el centro de Tetuan, buscando quien afeitara su barba.
Buenos días, don Mono, me dijeron que usted es peluquero y puede quitarme esta barba para estar elegante y bien a la moda.
Claro que sí, dijo el mono, pero acabo de venir de París y allí los chivos llevan barba muy a lo chivo, igual que el resto del mundo.
Y, aunque el mono no compartía la decisión de su cliente de cambiar de aspecto, igual le recortó la barba.
Luego de ser bien afeitado, el chivo corrió presuroso a encontrarse con su novia. Grande fue su sorpresa al notar que ella no lo reconocía. Lo miraba y lo miraba. Notaba algo familiar en sus ojos y pensaba que ese extraño ser, que no parecía chivo, ni carnero, ni oveja, ni cervatillo, tal vez con una elegante barba sería un chivo encantador.
Reflexión: Debemos estar orgullosos de quienes somos, pero sin vanidad. Solo así podremos relacionarnos con quienes nos rodean.