Cargando...
El arte barroco misionero se insertaba en el marco del arte sacro. Este arte estaba al servicio del placer estético y al de la catequesis.
Los jesuitas desarrollaron la actividad artística hacia el ornamento de sus templos, sus construcciones, la solemnidad y brillo de las ceremonias religiosas, la amenización de las horas de trabajo y de descanso, la estimulación del cultivo.
Así surgieron arquitectos, canteros, escultores, imagineros, pintores, grabadores y músicos.
Por ejemplo, la escultura tenía dos objetivos:
• Dotar a la iglesia de imágenes religiosas capaces de reforzar visualmente la prédica de los misioneros (estas imágenes sacras permitían la evangelización; que esta estuviera al alcance de todas las personas, pues, pese a que no todos eran capaces de leer y escribir, podían maravillarse y horrorizarse al observar las imágenes).
• Llenar una de las exigencias pedagógicas: la iniciación en los trabajos manuales. Los jesuitas retribuían con privilegios a los indígenas más destacados en el arte (esculpir sustituía en cierta manera la ausencia de la lectura para el aprendizaje religioso). Eran pocos los que tenían acceso a la educación, solo hijos de jefes y hombres privilegiados.
Características
• La mirada controladora del maestro de oficios no pudo evitar una percepción diferente de la obra.
• Mentalidad sintética, simetría, frontalidad, miradas al espectador.
• El tratamiento de las formas se encara desde la necesidad de transmitir mejor el contenido catequístico. El autor no pensaba en el efecto estético.
• En un principio fue una imposición colonial; el lenguaje era extraño.
• El sistema de trabajo en los talleres era la copia a partir de modelos proporcionados por los misioneros. Los trabajos eran severamente controlados.
• La incorporación de elementos temáticos tomados de la fauna y de la flora constituye el acento propio del arte barroco misionero.
La pintura y la arquitectura
La mayor parte de los templos desaparecieron por la acción del tiempo, por accidentes, porque han sido saqueados por coleccionistas y anticuarios, sin embargo, no todo se perdió, quedó lo necesario para tener una idea aproximada de la magnitud e importancia artística de la época.
Los edificios fueron construidos sobre estructuras de horcones de urunde’y, con paredes de adobe, vigas de lapacho, tirantes de palmas y techumbre de tejas. Al costado del templo se encontraba el campanario montado sobre un armazón de postes y vigas descubiertas; en la parte superior tenía una plataforma techada.
Puertas, rejas y retablos eran de madera labrada. Las iglesias de San Ignacio Guazú, Santa María, Santa Rosa, San Cosme y Damián constituyeron muestras del estilo barroco en Paraguay.
A mediados del siglo XVIII, los jesuitas construyeron templos monumentales, cambiaron los horcones y el adobe por muros de piedra labrada con pilastras, aberturas y hornacinas esculpidas. Al producirse la expulsión de los jesuitas, dejaron inconclusos los de Jesús y Trinidad, que, pese a la acción de la naturaleza y las depredaciones del hombre, hoy maravillan al viajero.