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Julia y las monedas del abuelo
Julia y sus primos iban cada mes a la casa de los abuelos, y esperaban con ilusión el momento en que su abuelo les contaba las fantásticas historias de tesoros ocultos, aunque siempre, justo cuando estaba por contarles dónde estaba el tesoro escondido, simulaba que perdía la memoria y sacaba unas moneditas de sus bolsillos y se las daba a cada uno "para que se compraran cualquier cosa”. Entonces todos los niños corrían al almacén a comprar golosinas. Hasta que un día, el abuelo comprendió que de esta manera no ayudaba a los niños a descubrir el valor del dinero y mucho menos la importancia del ahorro.
Así fue como al abuelo se le ocurrió una gran idea, les propuso a los niños una competencia especial y anunció que aquel que lograse guardar sus monedas durante todo un año y hacer algo extraordinario con ellas, sería el ganador del gran tesoro de la familia que había permanecido oculto durante varias generaciones.
Las primeras semanas, ansiosos por conocer el tesoro, los niños ahorraron una a una las moneditas que mes a mes les daba el abuelo. Pero, al cabo de tres meses todos decidieron gastar sus monedas comprando golosinas ya que para ellos, ahorrar era mucho sacrificio y que ningún tesoro valía tanto esfuerzo. Además, dijeron, dentro de un año, el abuelo ya ni se acordará del concurso.
Sin embargo, Julia demostró tener una voluntad de hierro. Ahorró y ahorró todo el dinero que le daban, deseosa de ganar el concurso y saber cuál era el tesoro del que tanto había hablado su abuelo.
Al cabo de un año, el abuelo, que no había olvidado la apuesta, reunió a todos sus nietos en un gran almuerzo familiar, en el que cada niño tendría la posibilidad de mostrar lo que había logrado con sus monedas.
Los niños quedaron muy apenados al no tener nada que mostrarle al abuelo, sin embargo, Julia los sorprendió mostrándoles una cajita llena de monedas y un violín.
Todos sus primos se burlaron de ella diciendo que Ana era una tonta al gastar sus monedas en un violín y no en golosinas como lo habían hecho ellos.
Ana, aguantando las burlas de todos, empezó a tocar su violín y pronto una dulce melodía había callado las risas y burlas de los pequeños. Ana, que siempre había querido aprender a tocar el violín, les explicó que ahorrando las monedas que el abuelo le había dado pudo comprar el violín y pagarle a un profesor para que le diera unas clases de violín. Además como era tan buena, su profesor la invitó a que tocara con él en los festivales de la ciudad, así Ana pudo ganarse algunas monedas más que, por supuesto, siguió ahorrando.
Toda la familia quedó sorprendida con la gran lección que la pequeña les había dado, tanto que su abuelo decidió que ella era la merecedora del gran tesoro y acercándose al oído, le dijo:
-Ana, vas a conocer cuál es el gran tesoro de la familia, un tesoro que te servirá para toda la vida y te enseñará el valor del dinero. Ese tesoro es el ahorro ya que has comprendido muy bien que gracias a él y al buen uso del dinero, puedes hacer tus sueños realidad.
Adaptación del cuento “Las monedas del abuelo” de Pedro Pablo Sacristán