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Los cómplices de la corrupción, aun en el caso de que no cometieran ni se beneficiaran directamente con ninguno de los hechos ilícitos, tienen una responsabilidad fundamental en el estado de corrupción generalizada y delito sistemático que impera en nuestro país. Y es que esa complicidad ha hecho fácil el delito, cómoda la corrupción, casi imposible el castigo y reiterada la impunidad.
Epidemia
La corrupción es el peor de los males en nuestro país, porque se ha extendido como una epidemia que infecta a los más diversos sectores y se ha convertido en un fenómeno transversal. Basta con prestar atención a los titulares de cualquier medio de comunicación para darse cuenta de este hecho: hay corrupción tanto en el Gobierno como en la oposición, en el Congreso y la Justicia; así como no en uno, sino en todos los partidos políticos. Hay corrupción entre los empresarios y los trabajadores; incluso, en las organizaciones de bien público como los gremios y las cooperativas y hasta en las ONG.
Algo «normal»
Pero en nuestro país existe un elemento más que contribuye a consolidar la corrupción: que las personas y la sociedad no consideren el nepotismo un delito, sino algo «normal» y casi «obligatorio» no devolver el vuelto equivocado a la despensera, apropiarse de la billetera extraviada de un vecino, o no tener escrúpulos en robar el dinero del Fondo Nacional de Inversión y Desarrollo (Fonacide) porque «el dinero del Estado no es dinero de nadie».
Mal que se retroalimenta y se contagia
La corrupción es también un mal que se retroalimenta y se contagia transversalmente de un sector a otro: el hecho de que las personas encumbradas (expresidentes, ministros, diputados, senadores, fiscales y magistrados de todas las instancias) sean sospechosas —o, a veces, más que sospechosas— de acciones delictivas, promueve entre la gente común la idea de que las personas honestas no son más que tontos que no saben aprovechar sus oportunidades y, a su vez, provee a los delincuentes poderosos de la más mentirosa y generalizada excusa del deshonesto: «Todos somos corruptos si nos dan la oportunidad».
Mecanismos de impunidad
Y en un ambiente de corrupción epidémica es seguro que se instalen sólidos mecanismos de impunidad. El corrupto de alguno de los tres poderes del Estado se siente amparado por sus «colegas» de los otros dos poderes, que lo apañarán para evitar cualquier castigo. Estos son algunos de los elementos que han hecho de la corrupción en el Paraguay no solo el mayor de los males, sino también el más difícil de combatir. Con solo disminuir significativamente la corrupción, la mitad de los problemas sociales y económicos del país se solucionarían.
En estas circunstancias, la corrupción no es privativa de un partido político, de un color o de derecha e izquierda: aquí las diferencias ideológicas se han vuelto algo secundario. Para los corruptos, su única ideología y objetivo es el robo.
Actividades
1. Explica qué permite la impunidad en nuestro país.
2. Define qué es la corrupción.
3. Explica por qué la corrupción se ha extendido como una epidemia.
4. Señala cuál es un elemento más que contribuye a consolidar la corrupción.
5. Infiere qué se instala para amparar la corrupción.
Fuente: NIELLA, Rolando. Archivo ABC Color. http://www.abc.com.py/edicion-impresa/opinion/corrupcion-epidemica-