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Recién desde 1992 se hizo justicia con el GUARANÍ al colocarlo constitucionalmente en el mismo nivel de IDIOMA OFICIAL con la lengua castellana, que hasta ese entonces era considerada como único idioma oficial del Paraguay, pese a que el primero fue, es y será el auténticamente vernáculo; la legítima lengua materna del Paraguay con la que más del 85 % de los paraguayos y paraguayas nos comunicamos desde la cuna y en todo el territorio nacional y aun más allá de nuestras fronteras, en muchas zonas de los países limítrofes.
Nuestro idioma GUARANÍ, sin dudas, debe ocupar un sitial de privilegio en su país de origen, desde donde, incluso, sirvió, sirve y seguirá sirviendo de elemento de comunicación y unión entre todas las comunidades humanas de esta parte de América del Sur que lo aprendieron desde la cuna, lo aman y lo utilizan para comunicarse, unirse, tolerarse y entenderse como auténticos descendientes de esa raza bravía surgida de la bella mezcla entre sangre indígena y europea.
Felizmente han sido superados ya, al parecer definitivamente, aquellos tiempos oscuros, ingratos, en que teníamos vergüenza de hablar en nuestro idioma nativo. O, incluso, temor de hacerlo en las instituciones educativas donde éramos reprimidos si nos comunicábamos en nuestro dulce idioma vernáculo —quizá el único que conocíamos entonces, más si éramos niños rurales—, actitud inexplicable que causó una verdadera castración cultural.
Hoy ya constituye un orgullo expresarnos en GUARANÍ, aun en los ambientes más “copetudos” de la sociedad. Y este orgullo irá “in crescendo” a medida que pasa el tiempo. Cuanto más estemos convencidos de que cada vez nos volvemos mejores “bilingües coordinados”, como muy pocos hay —si los hay— en el mundo conocido.
Sabemos que hasta ahora persisten los inefables enemigos del GUARANÍ, con su eterna cantinela de que... “el guaraní es limitante”, de que... “solo lo hablamos los paraguayos”, de que... “el guaraní no nos abrirá las puertas del mundo”, de que... “el guaraní entorpece el castellano...”, etc., etc.
Pero, si consideramos todos estos argumentos y otros que hay por allí, nos damos cuenta de que son tan endebles que no resisten el más mínimo análisis.
En primer término, de cada uno depende que ningún idioma lo “limite”; el NO conocimiento de un idioma SÍ es limitante para quien sea en este y en cualquier mundo.
Tampoco es cierto que “solo lo hablamos los paraguayos”. Muchísima gente, especialmente de la provincia de Corrientes, de Clorinda, de Formosa, enla República Argentina, lo hablan también, incluso más que los paraguayos. También de ciertas zonas del Brasil y Uruguay, los más conocidos.
En cuanto a la apertura de puertas del mundo, ni el castellano, ni el italiano, ni el francés, ni el alemán, ni el mandarín siquiera son capaces de “abrir las puertas del mundo”. Tan solo el INGLÉS se va convirtiendo en el idioma universal. Y cualquiera que sepa hablar, o, con mayor razón, haya APRENDIDO a hablar el GUARANÍ está capacitado también para aprender a hablar en INGLÉS.
Y, finalmente, el remanido argumento de que... “el GUARANÍ entorpece el castellano” es nada más que un MITO más de los tantos que esgrimen los enemigos del auténtico idioma paraguayo. Porque basta recorrer un poco la geografía patria para encontrar CULTORES y de los MEJORES del GUARANÍ; especialmente entre los educadores y educadoras de aulas, felizmente. Estos paraguayos y estas paraguayas, a la par de expresarse magníficamente en CASTELLANO, también lo hacen maravillosamente bien en GUARANÍ.
Y cuando conocemos a estos y estas docentes, en cualquier parte de la República, nos ponemos contentos porque así estamos seguros de que la EDUCACIÓN PARAGUAYA está en muy BUENAS MANOS.