Componentes básicos del léxico de la lengua española

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Lic. María Guillermina Schneider

Con la excepción de un pequeño conjunto de palabras prerromanas (barro, légamo, perro, charco, etc.), el léxico castellano comienza a partir de la evolución del latín hablado en la península Ibérica. A ese vocabulario latino inicial se fueron añadiendo en sucesivas oleadas palabras procedentes de otras lenguas, bien a causa de nuevas invasiones de la Península, bien por contactos culturales. Estos vocablos tomados de lenguas diferentes al latín se conocen con el nombre de préstamos léxicos.

Palabra latina            Palabra española

lactem                           leche
ferrum                           hierro
somnium                         sueño
clamare                          llamar
iocum                            juego
factum                           hecho

A. Palabras patrimoniales y cultismos

Muchas de las palabras del castellano actual son el resultado de la evolución sufrida durante siglos por la forma latina original. Estas palabras son las palabras patrimoniales.

Observando el cuadro se aprecian algunos de los cambios que han ido sufriendo las palabras latinas: la f- inicial se convierte en h- (hierro, hecho); las vocales se transforman y algunas incluso se convierten en un diptongo; al final de las palabras se percibe una tendencia a perder sonidos (por ejemplo, todas las -m finales latinas han desaparecido); hay consonantes nuevas que no existían en latín (ñ, j).

Sin embargo, además de las palabras incluidas en el cuadro, debes observar estas otras:
lácteo, férreo, somnolencia, clamar, jocoso, factitivo.

Se nota a simple vista que se parecen más al latín, aunque hayan cambiado ligeramente. Son cultismos, vocablos que no han evolucionado de manera normal, sino que han conservado una forma más cercana a la palabra latina. El motivo es que, cuando el castellano necesitaba ampliar su léxico con términos nuevos, se recurrió a la lengua de cultura, el latín escrito; por ejemplo, Berceo y los humanistas del siglo XV introdujeron en nuestro idioma gran número de cultismos.

Con cierta frecuencia, una misma palabra latina ha dado lugar a dos palabras romances, una de ellas patrimonial y la otra un cultismo; a este fenómeno se le da el nombre de doblete.

Generalmente, cada uno de los vocablos se ha llegado a distinguir del otro también en el significado, como sucede claramente en los ejemplos que siguen:

Igual que sucedió con el latín, muchos cultismos fueron tomados de la lengua griega (gran parte de los términos científicos vienen del griego): pseudópodo (‘falso pie’), estomatólogo (‘experto en la boca’), psicopatía (‘enfermedad de la mente’), rinoceronte (‘que tiene un cuerno en la nariz’), monomaníaco (‘que padece una fuerte obsesión por una sola idea’).

Semicultismos

Hay palabras que, aunque son tan antiguas en el idioma como las palabras patrimoniales, han seguido estando cerca del latín escrito (por ejemplo, términos relacionados con la Iglesia) y su evolución ha sido incompleta.  Entre estos semicultismos están canónigo, obispo y reino (cuyos resultados regulares evolucionados hubieran sido aproximadamente *canonje, *ebesbo y *reño).

Cultismos y lengua culta

No hay que confundir el que una palabra sea un cultismo con que pertenezca a la lengua culta. Por ejemplo, del latín rapidum proceden raudo y rápido. Aunque el cultismo es rápido, la palabra raudo es más propia de los hablantes cultos.
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