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Algunas veces sabemos que así será, pero otras veces el valor agregado es algo que no previmos.
Desde luego, cuando los padres escogemos regalos para nuestros hijos, el reto y las satisfacciones son mayores que en ningún otro caso. Queremos darles cosas que amplíen e ilusionen su mundo, y después sean recordadas durante muchos años.
Empecemos con cosas sencillas
Los obsequios no tienen que ser caros o complicados para que su valor perdure; empecemos por regalar cosas sencillas.
Pensemos en lo que le interesa a nuestros hijos
Los padres generalmente obsequiamos balones de fútbol a nuestros hijos, y las madres muñecas a sus hijas, porque eso era lo que nos gustaba de pequeños. Los padres no debemos elegir regalos con la intención de encaminar a nuestros hijos por una senda planeada de antemano. Los obsequios deben escogerse pensando en el niño, y no en lo que nos interesa. Los niños nos dicen quienes son tanto de manera verbal como no verbal.
Motivemos a nuestros hijos
Muchas veces el mejor regalo es aquel que el pequeño aprenderá a usar con el tiempo y no el que descartará a medida que crezca. Obsequiemos a nuestros hijos de seis años un libro para que pueda leer un poco ahora y terminar cuando sea más grande. Asimismo, juegos o juguetes que requieran cierto esfuerzo para dominarlos.
Hagamos surgir intereses latentes.
Ayudemos a nuestros hijos a explorar a fondo su personalidad y sus intereses. Busquemos regalos que los lleven por sendas inesperadas y gratificantes.
Ampliemos sus horizontes.
Los regalos educativos pueden servir a los hijos mayores para afinar su comprensión y apreciación del mundo.
Demos algo de nosotros mismos.
Solemos pensar en los regalos como objetos que se compran en una tienda, pero los mejores quizás sean los tesoros que pasan de una generación a otra: el broche de la abuela, o aquel libro de poesía que tanto gustaba a mamá cuando era joven.
Lo más importante de hacer regalos a los hijos es que les enseñamos los valores de generosidad y consideración.
Desde luego, cuando los padres escogemos regalos para nuestros hijos, el reto y las satisfacciones son mayores que en ningún otro caso. Queremos darles cosas que amplíen e ilusionen su mundo, y después sean recordadas durante muchos años.
Empecemos con cosas sencillas
Los obsequios no tienen que ser caros o complicados para que su valor perdure; empecemos por regalar cosas sencillas.
Pensemos en lo que le interesa a nuestros hijos
Los padres generalmente obsequiamos balones de fútbol a nuestros hijos, y las madres muñecas a sus hijas, porque eso era lo que nos gustaba de pequeños. Los padres no debemos elegir regalos con la intención de encaminar a nuestros hijos por una senda planeada de antemano. Los obsequios deben escogerse pensando en el niño, y no en lo que nos interesa. Los niños nos dicen quienes son tanto de manera verbal como no verbal.
Motivemos a nuestros hijos
Muchas veces el mejor regalo es aquel que el pequeño aprenderá a usar con el tiempo y no el que descartará a medida que crezca. Obsequiemos a nuestros hijos de seis años un libro para que pueda leer un poco ahora y terminar cuando sea más grande. Asimismo, juegos o juguetes que requieran cierto esfuerzo para dominarlos.
Hagamos surgir intereses latentes.
Ayudemos a nuestros hijos a explorar a fondo su personalidad y sus intereses. Busquemos regalos que los lleven por sendas inesperadas y gratificantes.
Ampliemos sus horizontes.
Los regalos educativos pueden servir a los hijos mayores para afinar su comprensión y apreciación del mundo.
Demos algo de nosotros mismos.
Solemos pensar en los regalos como objetos que se compran en una tienda, pero los mejores quizás sean los tesoros que pasan de una generación a otra: el broche de la abuela, o aquel libro de poesía que tanto gustaba a mamá cuando era joven.
Lo más importante de hacer regalos a los hijos es que les enseñamos los valores de generosidad y consideración.