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Entre las batallas más recordadas de la Guerra del Chaco, figura, sin lugar a dudas, la de Boquerón. El fortín fue tomado por Bolivia el 31 de julio de 1932 con un destacamento de 8.000 hombres. Se organizó la defensa dándole la forma de reducto fortificado con materiales de la región, en ciertos sectores reforzados con alambres de púas.
El Ejército paraguayo, con un fuerte grupo de 5.310 hombres al mando del Cnel. José Félix Estigarribia, el 7 de setiembre de 1932 inició la marcha de aproximación sobre Boquerón.
EL 9 de setiembre, el Comandante en Jefe dictó la orden de operación que decía: "Cuerpo de Ejército tiene la misión de emprender la persecución del enemigo que se repliega sobre Boquerón, retomar este fortín y avanzar hasta tomar posesión de una zona de seguridad que permita a las unidades reabastecerse por el camino recto de Villa Militar sin ser molestado por el enemigo".
Al comienzo de la batalla, ni bien abandonó la infantería su base de partida, en avance resuelto sobre sus objetivos, el enemigo, que estaba al acecho, fuertemente fortificado y con excelente plan de fuego, abrió un nutrido fuego de todas las ramas automáticas y fusilera, que causó las primeras bajas. Pese a todo, las fuerzas paraguayas siguieron bajo una densa cortina de fuego, en un terreno excesivamente descubierto. Con estos acontecimientos, se cerraba la jornada inicial de la batalla de Boquerón, ofreciendo como saldo, la dolorosa y sangrienta pérdida de nuestras armas.
El 17 de setiembre, el Comando del Cuerpo montó una nueva maniobra de ataque con dos divisiones, con un efectivo total de 7.400 hombres. El resultado fue un nuevo fracaso.
El 26 de setiembre, se realizó un nuevo y poderoso ataque con 9.000 hombres y sin intervención de la artillería. El ataque fue un fracaso.
El 29 de setiembre, cuando el Comando preparaba el asalto final, aparecieron sobre las trincheras bolivianas banderas blancas de rendición.
En los campos de Boquerón se libró una batalla de difícil conducción, dejando a retaguardia enemigos sitiados y expuestos los flancos que, felizmente, el enemigo no supo aprovechar.
Aquel 29 de setiembre
El 29 de septiembre de 1932, una vez agotadas sus municiones, agua y comida, se alzaron banderas blancas en Boquerón. En principio, el pedido de tregua era para precautelar la vida de un negociador que tratara ante Estigarribia la retirada de los 400 defensores bolivianos que quedaban con vida, pero las tropas paraguayas entendieron que se trataba de una rendición y tomaron el fortín.
La resistencia de los valientes soldados del Ejército de Bolivia comenzó a comentarse en el exterior.
La batalla de Boquerón fue una escuela para los soldados y oficiales paraguayos recién graduados de la Academia Militar Francisco Solano López; se cometieron muchos errores tácticos, fruto de la inexperiencia de la tropa; prueba de ello es el número de bajas sufridas por los paraguayos.
Pero, como toda escuela deja su lección, después de Boquerón, los paraguayos aprendieron lo difícil que era tomar una posición defendida con trincheras con asaltos a campo abierto, un mejor uso de la artillería, la aviación y a no llevar animales que puedan espantarse con las explosiones y estampidos.
Lo aprendido en Boquerón permitió a Paraguay replantear sus estrategias y llevar una mejor campaña en las batallas posteriores.
El Ejército paraguayo, con un fuerte grupo de 5.310 hombres al mando del Cnel. José Félix Estigarribia, el 7 de setiembre de 1932 inició la marcha de aproximación sobre Boquerón.
EL 9 de setiembre, el Comandante en Jefe dictó la orden de operación que decía: "Cuerpo de Ejército tiene la misión de emprender la persecución del enemigo que se repliega sobre Boquerón, retomar este fortín y avanzar hasta tomar posesión de una zona de seguridad que permita a las unidades reabastecerse por el camino recto de Villa Militar sin ser molestado por el enemigo".
Al comienzo de la batalla, ni bien abandonó la infantería su base de partida, en avance resuelto sobre sus objetivos, el enemigo, que estaba al acecho, fuertemente fortificado y con excelente plan de fuego, abrió un nutrido fuego de todas las ramas automáticas y fusilera, que causó las primeras bajas. Pese a todo, las fuerzas paraguayas siguieron bajo una densa cortina de fuego, en un terreno excesivamente descubierto. Con estos acontecimientos, se cerraba la jornada inicial de la batalla de Boquerón, ofreciendo como saldo, la dolorosa y sangrienta pérdida de nuestras armas.
El 17 de setiembre, el Comando del Cuerpo montó una nueva maniobra de ataque con dos divisiones, con un efectivo total de 7.400 hombres. El resultado fue un nuevo fracaso.
El 26 de setiembre, se realizó un nuevo y poderoso ataque con 9.000 hombres y sin intervención de la artillería. El ataque fue un fracaso.
El 29 de setiembre, cuando el Comando preparaba el asalto final, aparecieron sobre las trincheras bolivianas banderas blancas de rendición.
En los campos de Boquerón se libró una batalla de difícil conducción, dejando a retaguardia enemigos sitiados y expuestos los flancos que, felizmente, el enemigo no supo aprovechar.
Aquel 29 de setiembre
El 29 de septiembre de 1932, una vez agotadas sus municiones, agua y comida, se alzaron banderas blancas en Boquerón. En principio, el pedido de tregua era para precautelar la vida de un negociador que tratara ante Estigarribia la retirada de los 400 defensores bolivianos que quedaban con vida, pero las tropas paraguayas entendieron que se trataba de una rendición y tomaron el fortín.
La resistencia de los valientes soldados del Ejército de Bolivia comenzó a comentarse en el exterior.
La batalla de Boquerón fue una escuela para los soldados y oficiales paraguayos recién graduados de la Academia Militar Francisco Solano López; se cometieron muchos errores tácticos, fruto de la inexperiencia de la tropa; prueba de ello es el número de bajas sufridas por los paraguayos.
Pero, como toda escuela deja su lección, después de Boquerón, los paraguayos aprendieron lo difícil que era tomar una posición defendida con trincheras con asaltos a campo abierto, un mejor uso de la artillería, la aviación y a no llevar animales que puedan espantarse con las explosiones y estampidos.
Lo aprendido en Boquerón permitió a Paraguay replantear sus estrategias y llevar una mejor campaña en las batallas posteriores.