Aurelio y el mercader de amor (1)

En toda narración distinguimos algunos elementos principales, como el narrador, los personajes, el tiempo, el espacio o lugar y las acciones. En esta ocasión analizaremos al narrador.

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Para saber

El narrador es la voz que cuenta al lector lo que va sucediendo, presenta a los personajes y sitúa la acción o secuencia de los acontecimientos en un espacio y tiempo determinado. El narrador puede ser:

Protagonista: es el personaje principal de la historia y narra los hechos en primera persona.

Testigo: es un personaje secundario que cuenta lo que le acontece al protagonista. Puede narrar en primera o tercera persona.

Omnisciente: es aquel que conoce todo sobre los hechos, sabe lo que piensan y sienten los personajes, y narra siempre en tercera persona.

Lee la primera parte del texto Aurelio y el mercader de amor, y descubre a qué tipo de narrador presenta.

Aurelio y el mercader de amor (Esteban Valentino)

Pocos, muy pocos amores había en la ciudad como el de Aurelio y Liliana. No es que uno dijera: «Blanco», y el otro repitiera: «Blanco» como un loro. No, señor. A veces, Aurelio decía: «Blanco» y Liliana: «Negro» y se armaban unas trifulcas de aquellas. Pero ni siquiera, entonces, en medio de semejantes bataholas, dejaban de amarse. Se les notaba en la mirada y la forma de tratarse aun estando enojados. Liliana no lo sabía, pero a veces, en plena noche, Aurelio se despertaba y se quedaba un largo rato mirándola, sonriendo y después, antes de volver a dormir, se decía: «Esa es mi esposa». Y Aurelio lo ignoraba, pero cuando él trabajaba en el escritorio, ella lo miraba desde atrás y se iba, repitiéndose satisfecha: «Ese es mi marido». Así de hermoso era el amor de ambos.

Hasta que sonó el timbre. Y Aurelio, claro, fue a abrir.

—Buenos días, caballero —dijo el hombre vestido de negro y sonrisa de oreja a oreja. —Traigo las últimas novedades en artículos para el hogar y a un precio que lo sorprenderá. Estoy seguro de que, si me regala un poquito de su tiempo, no se va a arrepentir.

Aurelio se interesó. Estaba de vacaciones, Liliana hacía la comida, y le pareció lindo ocupar algunos minutos en ver cosas raras. Y quién sabe, en una de esas…

—Pase y póngase cómodo —le dijo al vendedor. El hombre se sentó y sacó un catálogo.

—Vea esto, una auténtica juguera computarizada. Usted pone en su interior la fruta o la verdura y programa; cuando llega el momento… plop: un vaso de jugo natural exquisito.

Aurelio estaba impresionado, pero el precio iba a ser un problema. Por poco que costara, para ellos, siempre iba a ser mucho.

—¿Y cuánto sale esta delicia? —Se animó a preguntar.

—Ni un solo peso, mi estimado amigo —dijo el vendedor— así que no se preocupe usted por nada.

—No entiendo —balbuceó Aurelio—. ¿Cuál es su precio entonces?

—Verá —continuó el visitante—, pertenezco a una empresa que está poniendo en marcha un nuevo sistema de comercialización. Nuestros técnicos han concluido que el dinero es cada vez más difícil de incrementar. ¿Me sigue?

—Lo sigo, lo sigo —respondió Aurelio.

—Bien. Hay una cosa que está escaseando notablemente, y nosotros hemos resuelto cambiar nuestros productos por… digamos… una porción de una cosa, ¿me sigue?

—Lo sigo —dijo Aurelio— pero ¿cuál es esa cosa?

—Amor, señor.

Continuará.

Fuentes:

http://bit.ly/1rakuYX

http://bit.ly/22ZgPc3

Lengua 5. Organizador de lectura y escritura. (2009). Proyecto aprender a estudiar. Editorial Aique.

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