Así mismo, asimismo y a sí mismo

Suenan iguales cuando hablamos, pero en la escritura adquieren distintos significados según se escriban juntas o separadas.

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Está formada por tres palabras: la preposición «a», el pronombre reflexivo «sí» y el adjetivo «mismo». Admite variaciones de género y número.

Habla solo, parece reprocharse a sí mismo.

Esos tres no procuran el bien del pueblo, solo se benefician a sí mismos.

Lo denunció para protegerse a sí misma y a sus hijos.

Asimismo y así mismo

En una sola palabra o en dos, significa «también». Aunque se admiten ambas formas, es preferible la escritura en una sola palabra.

Cuando se escribe separado (así mismo) lleva tilde y se utiliza para enfatizar una expresión; en este caso, indica modo.

Ensayaron varias horas los actores. Asimismo, los músicos afinaron sus instrumentos y practicaron diversos tonos (significa además, también).

Le mostró el resultado del análisis. Así mismo, le informó las causas de su enfermedad (equivale a también).

Lo haremos así mismo (se puede reemplazar por «de esa manera», porque indica modo).

Actividades

1. Completa los espacios con a sí mismo, asimismo o así mismo.

El hombre que se amaba

Narciso era un joven hermoso, pero                                      muy vanidoso. Le gustaba pasarse horas mirando su reflejo en el agua. Cuentan que muchas mujeres bellísimas se enamoraron de él y no fueron correspondidas porque Narciso solo tenía ojos para mirarse                                              ocurrió con Eco, la ninfa condenada por Hera a repetir las últimas palabras que oía. Un día cuando Narciso iba paseando por el bosque, posiblemente hacia la fuente para mirar su rostro, escuchó ruidos.

Tal como palpitaba su corazón sorprendido,                                        preguntó acelerado y gritando:

—¿Hay alguien aquí?

Eco respondió :

—Aquí, aquí.

Más nervioso por no ver quién le contestaba, vuelve a gritar:

—¡Ven!

Emocionadísima, incapaz de dominarse Eco responde «ven» y sale corriendo al encuentro del deseado joven con los brazos abiertos.

Pero el soberbio Narciso la despreció cruelmente, como había desdeñado el amor de las demás doncellas.

La ninfa, avergonzada y desolada, se ocultó en una cueva y allí acabó sus días.

La diosa de la venganza, Némesis, castigó a Narciso haciendo que, en una contemplación absorta de su faz en la fuente, acabara arrojándose al río. Sobre las aguas donde cayó apareció una hermosa flor, que lleva el nombre del joven que se amaba

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