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Objetivo: Interpreto el peligro del cambio climático por el efecto albedo.
Mientras más claro o blanco es el planeta, mayor será su albedo, y mientras más oscuro o negro sea este, menor será el mismo. Un albedo alto enfría el planeta, porque la luz aprovechada para calentar el mismo es mínima. Por el contrario, un albedo bajo calienta el planeta, porque la mayor parte de la luz es absorbida por el mismo. Ciertos investigadores hacen hincapié en que los problemas por el calentamiento global pueden modificar el albedo de nuestro planeta y se corre el peligro de que se fundan rápidamente las placas de hielos polares, proceso que se agravará además cuando la luz del Sol, que actualmente es reflejada por la superficie blanca de los hielos, comience a ser absorbida por las oscuras aguas marinas.
El efecto albedo es la reflexión de la radiación solar cuando incide sobre el planeta: las superficies claras, por ejemplo, el hielo y la nieve, se caracterizan por un mayor albedo mientras que los bosques, las rocas o los océanos -superficies oscuras- tienen uno inferior.
La luz que recibimos del Sol produce el efecto albedo, y este incide directamente en el mayor o menor calentamiento de la superficie terrestre.
La presencia de agua en la Tierra crea una interesante retroalimentación para el albedo, ya que las bajas temperaturas incrementan la cantidad de hielo sobre su superficie, lo que hace más blanco al planeta y aumenta su albedo, lo que a su vez enfría más el planeta, lo que crea nuevas cantidades de hielo; de esta manera, teóricamente al menos, podría llegarse al punto en que la Tierra entera se convertiría en una bola de nieve.
Existe una teoría, llamada Tierra bola de nieve, poco conocida por parte de la comunidad científica y todavía menos del público, que afirma que esto sucedió en un pasado muy remoto, cuando la vida apenas había empezado. Fue supuestamente un efecto invernadero provocado por los volcanes que restableció la temperatura adecuada para la vida en este planeta.
Los colores claros de los polos de la Tierra desde el espacio se deben a que el hielo (superficie blanca) aumenta el albedo.
Algunos albedos
Cuerpos albedos
Nieve reciente 0,86
Nubes muy brillantes 0,78
Venus (atmósfera) 0,76
Tierra vista desde el espacio entre 0,37 y 0,39
Desiertos terrestres 0,21
Marte 0,15
Suelo terrestre sin vegetación 0,13
Bosques (promedio) 0,08
Océanos de 0,05 a 0,1
El albedo de un planeta o de un satélite varía, obviamente, de una zona a otra según la naturaleza de su superficie. El planeta con mayor albedo de nuestro Sistema es Venus, con 0.76, después está Júpiter con 0.52 y tercero Neptuno, con 0.41. La Tierra tiene un albedo de 0.37. El albedo de la Luna es de .08 u 8%. Cuando por la noche miramos a la Luna, solo estamos viendo 8% de la energía total que le da el Sol.
Venus tiene el mayor albedo entre los planetas.
La radiación total (= radiación global) que llega a la superficie terrestre se compone de la suma de la radiación solar (la más importante) y la radiación difusa del universo. Un aumento de los gases de invernadero (del CO2, por ejemplo) disminuye el albedo, lo mismo que el enriquecimiento de la atmósfera en polvo atmosférico debido a erupciones volcánicas. En ambos casos se interpone materia adicional entre la superficie del planeta y el universo, disminuyendo así el retorno de energía al universo.
Imaginemos el supuesto caso de una nevada temprana de otoño sobre una de las grandes masas continentales del hemisferio norte y que cubra gran parte de Estados Unidos y Canadá un manto blanco de nieve de altísima reflectividad. Tal cubierta de nieve podría aumentar de manera significativa el albedo global, si por alguna razón no llegara a fundirse hasta el comienzo del invierno y se quedara intacta hasta iniciada la primavera, el balance térmico del planeta podría verse alterado significativamente y el clima podría saltar de un estado de equilibrio a otro, o sea, se podría producir un cambio climático hacia condiciones más frías, debido a un albedo excesivo sobre un área de extensión continental.
El último informe del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático atribuye un efecto mínimo a la fusión de los hielos de Groenlandia o la Antártida sobre la elevación del nivel de los océanos en este siglo. Su conclusión es que el nivel de peligro que representan los gases causados por la acción del hombre es mucho más bajo de lo que normalmente se piensa y si no se ha alcanzado ya, es seguro que no pasarán muchos decenios antes de que se llegue a ese punto crítico.
Mientras más claro o blanco es el planeta, mayor será su albedo, y mientras más oscuro o negro sea este, menor será el mismo. Un albedo alto enfría el planeta, porque la luz aprovechada para calentar el mismo es mínima. Por el contrario, un albedo bajo calienta el planeta, porque la mayor parte de la luz es absorbida por el mismo. Ciertos investigadores hacen hincapié en que los problemas por el calentamiento global pueden modificar el albedo de nuestro planeta y se corre el peligro de que se fundan rápidamente las placas de hielos polares, proceso que se agravará además cuando la luz del Sol, que actualmente es reflejada por la superficie blanca de los hielos, comience a ser absorbida por las oscuras aguas marinas.
El efecto albedo es la reflexión de la radiación solar cuando incide sobre el planeta: las superficies claras, por ejemplo, el hielo y la nieve, se caracterizan por un mayor albedo mientras que los bosques, las rocas o los océanos -superficies oscuras- tienen uno inferior.
La luz que recibimos del Sol produce el efecto albedo, y este incide directamente en el mayor o menor calentamiento de la superficie terrestre.
La presencia de agua en la Tierra crea una interesante retroalimentación para el albedo, ya que las bajas temperaturas incrementan la cantidad de hielo sobre su superficie, lo que hace más blanco al planeta y aumenta su albedo, lo que a su vez enfría más el planeta, lo que crea nuevas cantidades de hielo; de esta manera, teóricamente al menos, podría llegarse al punto en que la Tierra entera se convertiría en una bola de nieve.
Existe una teoría, llamada Tierra bola de nieve, poco conocida por parte de la comunidad científica y todavía menos del público, que afirma que esto sucedió en un pasado muy remoto, cuando la vida apenas había empezado. Fue supuestamente un efecto invernadero provocado por los volcanes que restableció la temperatura adecuada para la vida en este planeta.
Algunos albedos
Cuerpos albedos
Nieve reciente 0,86
Nubes muy brillantes 0,78
Venus (atmósfera) 0,76
Tierra vista desde el espacio entre 0,37 y 0,39
Desiertos terrestres 0,21
Marte 0,15
Suelo terrestre sin vegetación 0,13
Bosques (promedio) 0,08
Océanos de 0,05 a 0,1
El albedo de un planeta o de un satélite varía, obviamente, de una zona a otra según la naturaleza de su superficie. El planeta con mayor albedo de nuestro Sistema es Venus, con 0.76, después está Júpiter con 0.52 y tercero Neptuno, con 0.41. La Tierra tiene un albedo de 0.37. El albedo de la Luna es de .08 u 8%. Cuando por la noche miramos a la Luna, solo estamos viendo 8% de la energía total que le da el Sol.
La radiación total (= radiación global) que llega a la superficie terrestre se compone de la suma de la radiación solar (la más importante) y la radiación difusa del universo. Un aumento de los gases de invernadero (del CO2, por ejemplo) disminuye el albedo, lo mismo que el enriquecimiento de la atmósfera en polvo atmosférico debido a erupciones volcánicas. En ambos casos se interpone materia adicional entre la superficie del planeta y el universo, disminuyendo así el retorno de energía al universo.
Imaginemos el supuesto caso de una nevada temprana de otoño sobre una de las grandes masas continentales del hemisferio norte y que cubra gran parte de Estados Unidos y Canadá un manto blanco de nieve de altísima reflectividad. Tal cubierta de nieve podría aumentar de manera significativa el albedo global, si por alguna razón no llegara a fundirse hasta el comienzo del invierno y se quedara intacta hasta iniciada la primavera, el balance térmico del planeta podría verse alterado significativamente y el clima podría saltar de un estado de equilibrio a otro, o sea, se podría producir un cambio climático hacia condiciones más frías, debido a un albedo excesivo sobre un área de extensión continental.