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—¡Está claro, durante el día se refugian en las cuevas para no ser cazadas por el Pájaro Roc! — reflexionó— ¡Vaya suerte la mía, cada vez que consigo escapar de una situación espantosa es para caer en otra aún peor!
Sin embargo, aquel misterioso valle también le reservaba una magnífica sorpresa, pues al avanzar hacia el interior del mismo descubrió algunas zonas que estaban cubiertas de unas piedras que brillaban como ninguna otra cosa del mundo es capaz de brillar.
—¡Diamantes! —gritó Simbad sin poder contener la emoción—. ¡Miles de diamantes y todos al alcance de mi mano! Diamantes eran, en efecto, y muchos de ellos tenían un tamaño descomunal y poseían una extraordinaria belleza, sin embargo, pasada la primera y maravillosa emoción que sintió al ver tan fabuloso espectáculo, el joven aventurero no pudo por menos que pensar con amargura:
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—¡Aquí estoy, rodeado de una fortuna con la que podría comprar medio mundo, y condenado a no salir jamás de este lugar!
No obstante, y por lo que pudiera pasar, llenó de diamantes una bolsa de cuero que llevaba. Luego comió algunos frutos silvestres y se dispuso a aguardar la llegada de la noche.
En cuanto empezó a oscurecer, las serpientes fueron abandonando sus guaridas, tal y como Simbad había supuesto, circunstancia que aprovechó el joven marino para introducirse en una de las grutas que habían quedado vacías. Con el fin de protegerse, tapó la entrada con un gran pedrusco, hecho lo cual, y a pesar de los horribles e inquietantes sonidos que hacían los miles de reptiles que inundaban el valle, no tardó en quedarse profundamente dormido, de tan fatigado como estaba.
El descanso le vino muy bien, y al nacer el nuevo día ya tenía trazado un arriesgado plan para escapar de aquel valle.
—Lo primero es cazar a uno de estos simpáticos animalitos —se dijo bromeando, y tratando de infundirse valor—.
De modo que, sin más pérdida de tiempo, salió de su cueva, y se situó al acecho de las serpientes que, nada más al ver los primeros rayos solares, habían emprendido el camino de regreso a sus madrigueras.
Eligió, como es lógico, a una a la que, por ser de las más pequeñas, tuviese posibilidades de vencer.
Aun así, el más menguado de aquellos espantosos ofidios tenía un tamaño suficiente como para espantar a la mayoría de los hombres.
—¡Ahora o nunca! —se dijo—. Si permanezco un día más en esta tierra corro el riesgo de ser atacado por una serpiente. Más vale que sea yo quien ataque por sorpresa.
Apelando así a todo su valor, Simbad salió, cuchillo en mano al encuentro de uno de aquellos gigantescos reptiles, y tras una feroz lucha en la que cerca estuvo él de ser la víctima, consiguió finalmente darle muerte de varias cuchilladas.
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A continuación, volviendo a utilizar la tela del turbante, se ató por la cintura al cuerpo de la serpiente muerta y se tumbó, vientre en tierra, a esperar la llegada del Pájaro Roc.
Actividades
1 Describe el proceso del plan que realizó Simbad para librarse de las serpientes.
2 Usa tu imaginación y escribe cómo crees que continuará la historia.
Sobre el libro
Título: Las mil y una noches
Editorial: Grafalco