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Había una vez una niña muy simpática y traviesa cuya mayor alegría era jugar al aire libre aun en pleno invierno. Por eso, y para protegerla del frío, su mamá le había hecho una capa roja con caperuza. La niña estaba encantada con su nuevo abrigo, y lo llevaba puesto tan a menudo que todo el mundo comenzó a llamarla Caperucita Roja.
Un día, la mamá le pidió a Caperucita que fuera a casa de la abuelita:
—Llévale estos pasteles— le dijo. —¡Y ten mucho cuidado, no vayas por el sendero del bosque!
—¡Pero es el camino más corto!— se quejó la niña.
—Pero ya sabes que es muy peligroso, puede acechar el lobo feroz.
Caperucita hizo caso a su mamá. Recogió la cesta con los pasteles y salió de buen humor rumbo a casa de la abuela.
En el trayecto no tuvo ningún problema, excepto cuando llegó a la encrucijada de los caminos.
Hacia adelante se extendía la senda que su mamá le había indicado, pero a un costado se abría otro camino más corto y divertido: el sendero del bosque.
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Caperucita no pudo resistir la tentación, abandonó la ruta encomendada y se internó en el bosque tal como lo deseaba. La verdad es que era mucho más divertido ir por allí.
Había árboles gigantescos, pájaros de toda clase, liebres, ardillas, y hasta un arroyo de aguas transparentes donde uno podía ver nadar peces plateados y de muchos colores.
Iba la niña muy feliz por donde quería, con su canastita de pasteles, cuando de repente el lobo se plantó delante de ella.
—¿Adónde vas de tan buen humor?— preguntó el animal con su voz rugiente.
—Voy a casa de mi abuelita— respondió Caperucita.
—¡Qué ternura!— dijo sonriendo el lobo. Dio media vuelta y se perdió entre unos arbustos.
Caperucita siguió adelante, pero muy pronto algo nuevo la distrajo.
—¡Cuántas flores hermosas!— exclamó al ver cientos de pimpollos que crecían a la vera del camino.
—Mi abuelita se pondrá muy contenta si, además de los pasteles, le llevo un enorme ramo de flores!
Inmediatamente, la niña de la capa roja apoyó su cesta sobre la hierba y se entretuvo cortando flores un buen rato.
Mientras tanto, el lobo se adelantó y llegó antes a casa de la abuelita, golpeó suavemente a la puerta y, afinando la voz para imitar a Caperucita, llamó: —¡Abuelita! ¡Abuelita!
La anciana, convencida de que se trataba de su querida nieta, abrió la puerta. Al ver los filosos colmillos del hambriento animal, la pobre mujer se desmayó del susto.
Actividades
I. Enumera y describe a los personajes del cuento.
II. Usa tu imaginación y escribe cómo crees que continuará el cuento.
Sobre el libro
Título: Caperucita Roja
Editorial: LATINBOOKS
Colección: Cuentilandia