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La aportación de Stenhouse (1984) al estudio del currículum vino a esclarecer una nueva visión del desarrollo curricular como objeto dinámico, esto es, como proceso de construcción y realización del currículum, frente a otra visión anterior muy extendida de desarrollo curricular como la aplicación más o menos fiel en la práctica de la enseñanza de un producto construido en forma de diseño o planificación de la acción.
Se comienza a superar así una visión meramente tecnológica que al identificar y caracterizar el diseño y el desarrollo como dos fases distintas en la puesta en práctica del currículum, venía forzando a admitir como natural una separación que puede resultar peligrosa para el profesorado: la separación de los ámbitos de decisión política de aquellos otros de decisión escolar, que conlleva la responsabilidad exclusiva de los administradores sobre la primera y reduce solo a la intervención en la segunda la responsabilidad del profesorado, pero, aun así, y con independencia de la legitimidad del papel que las administraciones educativas asumen en la concreción de los planteamientos curriculares generales a los que deben atenerse los centros y el profesorado del área administrativa de su competencia, el desarrollo del currículum, concebido como ese espacio práctico de toma de decisiones que permite la formalización de una perspectiva global de análisis del proceso educativo en propuestas de diseño y pautas para la realización, la evaluación y la mejora de la práctica educativa, y su concreción en actividades que van completando la experiencia escolar del alumnado, corresponde, sobre todo, a la escuela y a los protagonistas de la vida escolar, alumnado y profesorado.
Como ámbito de profesionalización, el desarrollo curricular requiere la reorientación — contextualizada, flexible, dinámica— de los supuestos básicos que animan el currículum de carácter pedagógico, psicológico, epistemológico y social en prácticas de enseñanza que, siendo coherentes con los objetivos generales que persigue el sistema educativo y que se expresan en las regulaciones legislativas, se concreten de manera reflexiva en las mejores propuestas de acción posibles en cada momento y en cada contexto.
Esto es, por una parte, no podemos dejar de considerar que el desarrollo es un proceso de toma de decisiones que, a priori, debe estar epistemológica y situacionalmente informado (Oberg, 1990).
Su base científicocultural no es otra que la que proviene del conocimiento didáctico del contenido propio de cada área curricular presente en el programa escolar. Su componente situacional proviene del conocimiento de la realidad cultural del alumnado al que va dirigido, de la competencia curricular del alumnado y del clima social y de aprendizaje que se crea en la escuela.
Pero, junto a ello, tenemos que admitir que para su realización es necesaria la formación del profesorado —capacitación inicial y permanente además de orientación para la optimización del proceso— en los modelos conceptuales y los instrumentos metodológicos que garanticen la posibilidad de la reflexión sobre la práctica.
El desarrollo curricular requiere la realización de juicios acerca de los fines y el sentido de la educación que son resultado de la deliberación consciente realizada en el seno de la institución por grupos de profesores y recogen su intención de actuar de una manera determinada para lograr los resultados deseados. Las decisiones tomadas podrán articularse en los programas de enseñanza que se desarrollan en el centro el Proyecto Curricular de cada etapa, las programaciones de aula y cada una de las Unidades Didácticas donde se expresa la concreción de los objetivos educativos, la selección de contenidos realizada, las actividades de aprendizaje que van a desarrollar los alumnos y alumnas, los medios y recursos necesarios, y los procedimientos de evaluación previstos. Esto nos remite al ámbito del diseño, de los niveles de diseño y de la participación de los profesores en el diseño como un primer ámbito de discusión en torno al desarrollo curricular (Contreras, 1990).
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En resumen, los diseños curriculares son textos oficiales donde se plasman las intenciones educativas. Representan el conjunto de decisiones, que, desde el Estado, y junto con diversos actores del sistema educativo se han tomado para un determinado nivel educativo. Estas decisiones expresan las metas y contenidos de enseñanza para ese nivel del sistema educativo. Según Coll (2004), el diseño curricular es ante todo un proyecto de acción educativa y, en tanto proyecto, su valor depende de que sirva realmente para guiar la acción pedagógica de los profesores, haciéndola más eficaz y ayudándoles a enfrentar adecuadamente las múltiples situaciones, siempre distintas entre sí, que encuentran en su quehacer profesional.