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La magnitud de los desafíos que actualmente enfrentan las instituciones educativas requiere directivos que no solo administren los recursos y organicen las prácticas, sino que logren promover, en el colectivo escolar, el interés, la participación y el compromiso para la construcción del sentido de esa escuela y para esos niños y jóvenes en particular, con el fin de mejorar sus aprendizajes.
Los escenarios actuales requieren directores que desarrollen su capacidad de liderazgo a fin de:
- Influir en la definición de los grandes lineamientos de las prácticas colectivas.
- Establecer una impronta institucional que se traduzca en un determinado estilo de gestión, ciertas modalidades de vinculación y un clima de trabajo particular.
- Articular y retroalimentar una cultura institucional que sostenga y organice el centro a través de valores, principios y normas que marquen el rumbo de las prácticas colectivas.
Este liderazgo representa una influencia en los otros para lograr acuerdos que permitan obtener resultados y comprender los problemas y relaciones complejas dentro de la institución y entre la escuela y otros organismos. Así, cuando el directivo realiza algunas transacciones con las autoridades para flexibilizar ciertas normativas o incluso transgredirlas, o cuando adopta diferentes estilos para obtener resultados, está desplegando el rol de líder político, negociando y buscando acuerdos y consensos para la consecución de los objetivos planteados.
En su nuevo rol, el director deberá partir de una visión global e integradora de la institución que le permita «mirar» y actuar sobre el conjunto de actividades, ya sean pedagógico-didácticas, administrativo-organizacionales o comunitarias, a fin de consolidar, en la percepción colectiva, «una unidad de acción», una visión sistémica que refleje que todo lo que se lleva a cabo en un sector del centro educativo repercute en su conjunto.
Más allá del escenario institucional, este líder educativo debe efectuar una integración entre las necesidades personales, grupales e institucionales en función de ciertos objetivos organizadores de las prácticas. En este caso, oficiará de «enlace» entre diversos intereses y necesidades, a fin de consolidar un verdadero sistema de relaciones que facilite:
- Mantener un cierto equilibrio interno.
- Promover sistemas de participación e implicación de los docentes.
- Crear equipos de trabajo en torno a tareas específicas.
- Generar canales de comunicación.
- Establecer sistemas de monitoreo y apoyo.
- Administrar los conflictos.
Por otra parte, este rol de enlace permite al director establecer coordinaciones y acuerdos con el entorno (padres, agentes comunitarios, otras organizaciones, etc.) a partir de la negociación, el intercambio de ideas y valores que impulsan el proyecto educativo y la difusión de la misión y la visión de la institución.
Cumplir con tales funciones exige que el directivo gestor esté atento, observe y realice el monitoreo de las prácticas institucionales, acompañando los procesos en marcha de tal forma de comprender lo que está sucediendo dentro de la institución y en su entorno y actuando en consecuencia.
- Tener en cuenta estas consideraciones implica plantearse nuevos abordajes para la formación de directivos e indagar sobre la contribución de otros enfoques que ayuden a dar respuesta a las exigencias que requiere el rol de un director comprometido con una educación de calidad con equidad; en definitiva, un profesional competente.
Fuentes: GAIRIN, J; RODRÍGUEZ GÓMEZ, D. (2015). Innovación, aprendizaje y gestión del conocimiento en las instituciones educativas. Revista Educación 2015. N.º 4 6 (73-90). Gil, J (1992). BAZARRA, L Y CASANOVA, O. (2013). Directivos de Escuelas Inteligentes. ¿Qué perfil y habilidades exige el futuro? Madrid: SM. CUENCA, R. Y PONT, B. (2016). Liderazgo escolar. Inversión clave para la mejora educativa. Madrid: Fundación Santillana.