El diálogo de la mañana

Como propuesta para mitigar en cierta manera el impacto de la pandemia en la salud emocional de los estudiantes, la miniasamblea diaria apunta a la expresión oral espontánea de los estudiantes al iniciar la clase.

Esta actividad propicia lazos afectivos entre los estudiantes que se reflejan en un ambiente afectivo propicio para el aprendizaje y cohesiona el grupo.
Esta actividad propicia lazos afectivos entre los estudiantes que se reflejan en un ambiente afectivo propicio para el aprendizaje y cohesiona el grupo.ABC Color

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¿Para qué sirve?

Informar sobre su propia vida, la de su entorno y conocer sus intereses, expresar sentimientos y emociones, reorganizar la agenda de tareas pendientes o simplemente conversar con ellos son algunas de las formas de generar estos espacios de interacción y activación cognitiva que no requieren preparación de materiales adicionales, una buena pregunta disparadora puede ser un buen inicio para nuestras clases. Además permite:

El afianzamiento del grupo en un ambiente que facilite el aprendizaje. El sentimiento de pertenencia a un grupo y el de identidad son necesidades humanas básicas. Muchas de las metodologías «de grupo» que se emplean durante el curso no dan buenos resultados si este aspecto no se ha trabajado e ido consolidando poco a poco. Un ambiente facilitador del aprendizaje es aquel donde la persona se siente segura y una de las mayores fuentes de seguridad es sentirse integrado y arropado por el grupo.

Facilitar la comunicación. La comunicación es un elemento esencial a la hora de convivir y de resolver conflictos, porque el diálogo es una de sus principales herramientas. Trabajando de forma cooperativa se facilita que todo el mundo se sienta escuchado, sea tomado en cuenta, tanto para trabajar un tema curricular como para tomar decisiones por consenso y se quita el miedo a hablar ante la clase y opinar. Al mismo tiempo podemos conocerlos mejor, estimular, reforzar, apoyar, entre otras cosas.

Romper con la rutina y establecer un ritmo de clase distinto. El cerebro está más receptivo al aprendizaje si el ritmo de la clase no es monótono y repetitivo. Las actividades presentadas a un nivel donde se mantiene la expectativa de ver lo nuevo que se les ofrece es clave para mejorar la atención.

¿Cómo se hace?

Dependiendo del nivel en el que nos desempeñamos podemos disponer de un espacio en el aula, acondicionado para estos momentos. De lo contrario bastaría con poner a los estudiantes en una posición en la que todos puedan mirarse de frente para interactuar mejor, como por ejemplo en círculo.

En función al tiempo que disponemos es posible invertir 10 o 15 minutos de la jornada de aprendizaje para este momento, incluso poner en práctica algunos ejercicios de relajación o de gimnasia cerebral.

Si al inicio del año trazamos con los estudiantes unas metas a cumplir o un plan personal, es momento ideal para revisar en qué momento estamos y qué necesitamos para alcanzar los objetivos propuestos, sea en forma individual o como grupo clase.

Si hay acontecimientos en la vida de cada uno también podemos comentar, cumpleaños o fechas importantes para cada estudiante y su familia.

Celebrar logros individuales de los estudiantes, valorar a cada integrante del grupo clase.

Esto propicia lazos afectivos entre los estudiantes que se reflejan en un ambiente afectivo propicio para el aprendizaje y cohesiona el grupo.

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