Robin Hood (3)

En la segunda parte de esta historia a Robin le había gustado la descripción que hacían del fraile Tuck y se propuso conocerlo.

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Así que fueron a buscarlo con El Pequeño Juan y Munch, otro de sus hombres más queridos, topándose con el fraile que, como se lo habían pronosticado. Estaba saboreando la carne de un tierno ciervo, de cercado ajeno.

Al llegar junto a él, Robin le dijo en un tono de lo más antipático:

—¡Eh, tú, levántate y llévame en tus hombros al otro lado del arroyo, que no quiero mojarme los pies!

Intentó razonar el fraile, pero fue inútil. Abandonó su comida y dijo filosóficamente:

—Bueno. Si eso ha de ser, que sea. Súbete.

Cuando estaban en la mitad del arroyo, con el agua a la cintura, hizo un brusco movimiento y Robin cayó al agua.

Con sorprendente rapidez en un hombre tan gordo, le tomó por el cuello, le sacó la espada y, amenazándolo con ella, le dijo:

—¡Ahora es mi turno! ¡Levántate y llévame al sitio en el que dejé mi almuerzo!

Pero se repitió el suceso a los pocos pasos. Robin se agachó de golpe, cayó el cura al agua, soltando la espada, que rápidamente tomó Robin y dirigiéndola al pecho del fraile le dijo:

—¡Todavía no hay almuerzo, comilón! ¡A empezar de nuevo! Pero se volvió a repetir y a repetir el juego, hasta que el monje tiró al agua a Robin. Luego de una corta conversación, hicieron las paces, y así quedó incorporado Fray Tuck a los alegres aventureros.

Tiempo después, el sheriff de Nottingham organizaba un torneo de juegos populares. Uno de los juegos era un concurso de tiro con arco, premiado con un cuerno lleno de monedas de oro y una flecha de plata con incrustaciones de oro.

Allá fue la banda de alegres proscriptos, disfrazados de carboneros. Ya pueden imaginar quién fue el vencedor: un anciano cubierto de harapos, que partió en dos la flecha del único —de los sesenta concursantes— que había dado en el blanco, mejorando ese tiro.

Al recibir el premio, el anciano andrajoso desparramó entre el pueblo el contenido de monedas del cuerno.

Cuando Guy de Gisborne, el archienemigo de la banda reconoció a Robin Hood y quiso atraparlo, cien hombres rodearon a Robin para protegerlo.

Una vez que vencieron a los normandos, los muchachos de Robin fueron considerablemente halagados por la gente del pueblo.

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Sobre el libro

Título: Robin Hood

Adaptación: Raúl Silva Alonso

Editorial: El Lector

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