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Guy de Gisborne, mayordomo de la abadía de Santa María y sus secuaces, no imaginaban los acontecimientos que desencadenarían al atropellar las tierras de Robin de Lockley.
La intención del cruel mayordomo era castigar al señor de Lockley por haber socorrido a un hambriento y su hijo, que, violando una injusta ley, habían cazado un ciervo de la abadía para alimentarse.
Acostumbrado a la actitud temerosa y servil de los pobladores de la comarca no esperaba la varonil defensa de Robin, que hubo de defenderse con su mortal puntería de arquero, así fue como Robin pasó a refugiarse en los impenetrables bosques de Sherwood, entre la frontera de Nottingham y el condado de York, con unos pocos amigos.
Juntos, comenzaron a hostigar al enemigo normando y a algunos señores sajones que habían aceptado al invasor, a cambio de prebendas y riquezas adquiridas a costa del sufrido pueblo.
Instalando su escondrijo en lo más profundo e intricado del bosque, asaltaban caravanas de ricos normandos, humillaban a sus perseguidores, impartiendo una justicia propia y burlona que acrecentaba el odio de sus enemigos.
Lógicamente, fueron declarados «fuera de la ley» y se puso precio a sus cabezas. Pero Robin y sus hombres, cuya cantidad iba aumentando en número y en alegría, eran inexpugnables en su bosque e invencibles por su valor y astucia.
De la capucha hood que usaba el héroe le vino el nombre de Robin Hood.
Apenas instalada su gente, en su refugio del bosque de Sherwood, los reunió y les dijo:
—Amigos, entre nosotros no hay ningún esclavo; todos somos hombres libres y cada uno de nosotros tiene una afrenta que vengar o un bien con cuya reivindicación sueña.
«Para ellos nos constituiremos en banda, y nuestra misión primordial será la de hostigar a los nobles felones en toda forma, apoderarnos de sus bienes, y los de sus administradores, y ayudar a los pobres que fueron desojados de esos bienes, devolviéndoles lo que es suyo»
Sobre el libro
Título: Robin Hood
Adaptación: Raúl Silva Alonso
Editorial: El Lector