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Ante los hechos concretos de indisciplina en el aula, por un lado, está lo preventivo que corresponde a la organización del grupo para el mantenimiento del orden y la tranquilidad, establecer modos y pautas de comportamiento. Por otro lado, está la mejor actitud que podemos tomar frente a los hechos consumados, como un pequeño desorden o diversos grados de alteraciones.
Hay que prepararlos mentalmente para que asimilen el cambio que se les propone. Se tendrá que disponer de un tiempo, que no debe ser a prisa. Anunciarlo de un día para otro y pedir que vayan pensando ideas para aportar. Si en el medio de la organización aparecen o se repiten viejas historias de indisciplina, se debe resolverlas lo mejor que se pueda. Todo sirve, y si las cosas no salieron muy bien, no importa. Se pueden utilizar como ejemplo.
Se debe disponer de una hora de clase para explicar. Como primera medida, pedir al grupo que cada uno, sin poner el nombre, saque una hoja y escriba cuáles son las cosas que lo hacen distraerse más en clase. Puede causar sorpresa los resultados. Clasifica los motivos personales, por un lado, y los sociales por otro. ¿Cuál es la diferencia? En los primeros, van a aparecer las particularidades individuales. En los segundos, se hace referencia quién molesta a quién. Ese mismo día, o al día siguiente, de acuerdo como permita sus horarios, o si trabaja con chicos pequeños o más grandes, escribir en el pizarrón esos aspectos en los que hubo conciencia, y dejar para comentar las particulares. Darles la oportunidad que busquen la solución para evitar las situaciones conflictivas o peligrosas que siempre llevan al desorden.
La disciplina debe ser compartida. De ningún modo tocar el tema de las sanciones. Si este se presenta, aclarar que el objetivo no es castigar a nadie, sino trabajar entre todos para mantener la calma. Si desean hacer un reglamento, no limitar lo que digan. Permitir que se expresen libremente. Después habrá tiempo suficiente para rever.
Cuando la propuesta abarque tareas específicas de los alumnos, no negar la tarea a nadie, por más falta de disciplina que haya cometido. El objetivo de la disciplina no es castigar, sino mantener la calma.
Mantener a un grupo unido, atento y tranquilo es un arte. El mantenimiento de la disciplina es un arma muy sutil y delicada que puede romperse en cualquier momento.