Cargando...
Los síntomas son muy angustiantes, entre ellos se encuentran:
- Dolor abdominal o de pecho
- Escalofríos o calores
- Ahogo
- Sensación de mareo o de desvanecimiento, o incluso un desmayo real
- Necesidad frecuente de orinar o padecer de diarrea
- Náuseas y vómitos
- Entumecimiento u hormigueo (debido a la hiperventilación)
- Palpitaciones
- Respiración rápida y superficial (hiperventilación)
- Aceleración del ritmo cardíaco
- Temblores
- Calor o frío repentino
- Sudoración
De los síntomas precedentes (al menos cuatro deben estar presentes para que el caso sea caratulado como «ataque de pánico»), el niño puede presentar síntomas psicológicos, como los siguientes:
- Desrealización (sentirse ajeno a la realidad circundante)
- Despersonalización (sentirse ajeno al propio cuerpo, o perder su identidad personal)
- Sentirse fuera de control, aterrorizado
- Sentir que puede volverse loco o morirse
El lapso que puede durar un ataque de pánico varía de unos pocos minutos a varias horas (en particular, si el niño permanece en el entorno que causó el ataque).
Una vez que el niño haya experimentado un ataque de pánico, puede mostrarse renuente a abandonar la seguridad de su hogar, por el miedo de padecer otro ataque sin tener la presencia tranquilizadora de uno de sus padres.
¿Por qué se inicia un ataque de pánico?
Puede comenzar si el niño está muy estresado durante largo tiempo y no se lo alivia de alguna manera; por ejemplo, resolver la situación que causó el estrés, eliminando la causa, o manejarlo mediante el ejercicio físico, organizando ciertos momentos de esparcimiento para anular el estrés o hablando acerca de él. Una vez que el niño está estresado, cualquier factor angustiante adicional puede hacerlo cruzar su umbral personal de tolerancia al estrés y conducirlo a un ataque de pánico.
A veces, los ataques de pánico se deben a miedos imaginarios más que a miedos reales. Los pensamientos negativos que se generan en su mente cuando está en la situación temida, o cuando se encuentra con algo que lo atemoriza, provocan gran ansiedad (muchos de estos pensamientos pueden ser subconscientes, dado que los niños más pequeños son, a menudo, incapaces de explicar los pensamientos que desembocan en un ataque de pánico).