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Cuando se encontró en su casa, su mujer estaba muy preocupada, Alí Babá llevaba dos días sin aparecer por allí y en todo el poblado corría el rumor de una banda de ladrones muy peligrosos que asaltaban los pueblos de la zona. Temiendo por Alí Babá, su mujer había ido a buscar al hermano de Alí Babá, un hombre poderoso, muy rico y malvado que vivía en las afueras del poblado en una granja que ocupaba el doble que el poblado de Alí Babá. El hermano, que estaba enamorado de la mujer de Alí Babá, había visto la oportunidad de llevarla a su granja, ya que este, aunque rico, era muy antipático y no había encontrado en el reino mujer que le quisiera.
Cuando Alí Babá apareció, el hermano, viendo en peligro su oportunidad de casarse con la mujer de este, agarró a su hermano del chaleco y lo encerró en el almacén que tenían en la entrada de la vivienda, donde guardaban la leña. Allí Alí Babá le contó lo que había sucedido, y el hermano, aunque ya era rico, no podía perder la oportunidad de aumentar su fortuna, así que partió en su calesa a la montaña que Alí Babá le había indicado, sin saber que la guardia real estaba al acecho en esa colina, pues les faltaba un ladrón aún por arrestar y esperaban que saliese de la cueva para capturarlo.
Sin detenerse un instante, el hermano de Alí Babá se colocó frente a la cueva y dijo las palabras que su hermano le había contado; al instante, mientras la puerta se abría, la guardia se abalanzó sobre él gritando: «¡Al ladrón!» y lo capturó sin contemplaciones, aunque intentó explicarles por qué estaba allí, estos no le creyeron porque estaban convencidos de que el último ladrón, sabiendo que sus compañeros estaban presos, inventaría cualquier cosa para poder disfrutar él solo del botín, así que se lo llevaron al reino para meterle en la celda con el resto de ladrones.
Al día siguiente, Alí Babá consiguió salir de su encierro y fue en busca de su mujer, le contó toda la historia y esta, entusiasmada por el oro, pero a la vez asustada, acompañó a Alí Babá a la cueva; tomaron un buen puñado de oro, con el que compraron un centenar de caballos, y los llevaron a la casa de su hermano. Allí durante varios días se dedicaron a trasladar el oro de la cueva al interior de la casa, y una vez habían vaciado casi por completo el contenido de la cueva, teniendo en cuenta que su hermano estaba preso y que uno de los ladrones estaba aún libre, se pusieron a buscarlo. Tardaron varios días en dar con él, ya que se había escondido en el bosque para que no le encontraran los guardias, pero Alí Babá conocía muy bien el bosque, y le tendió una trampa para atraparlo. Así que lo ató al caballo y lo llevó al reino, donde lo entregó a cambio de que soltaran a su hermano. Este, enfadado con Alí Babá por haberle vencido, tomó un caballo y se marchó del reino.
Alí Babá ahora estaba en una casa con cien caballos, que le iban a servir para vivir felizmente con su mujer, y decidió asegurarse de que los ladrones jamás intentasen robarle su tesoro, así que repartió su fortuna en muchos sacos pequeños y le dio un saquito a cada uno de los habitantes del pueblo, que se lo agradecieron enormemente porque así iban a poder mejorar sus casas, comprar animales y comer en abundancia.
Así fue como Alí Babá le robó el oro a un grupo de ladrones que atemorizaban a su poblado, repartió sus riquezas con el resto de habitantes y echó a su malvado hermano del pueblo, pudiendo dedicarse por entero a sus caballos y sin tener que trabajar más vendiendo leña.
Se dice hoy que cuando Alí Babá sacó todo el oro de la cueva, esta se cerró y no se pudo volver a abrir.