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Queridos amigos:
El año escolar ha llegado a su fin y de una manera muy rápida.
Ha sido una año cargado de tantas emociones, sentimientos y aprendizajes que parece un tren repleto que avanza vertiginosamente.
Ha sido seguramente un año como otros, en el que hemos crecido y no solo en estatura y peso, sino también en conciencia, es decir, en nuestra capacidad de ir comprendiendo, de a poco, lo complejo que es la vida y que, por ello mismo, debemos siempre cuidarla, respetarla y promoverla.
Es que la vida es así: siempre cambiante, dinámica, avanza, retrocede, cambia de dirección, a veces con un ritmo tranquilo, otras tan rápidamente que casi no se la puede controlar. Es como el viento que, según se encuentra con las diferentes temperaturas, va acomodándose y tomando distintas velocidades y diferentes direcciones. Aprender a controlar el ímpetu y la dirección de este viento es el desafío que vamos asumiendo al seguir creciendo.
La vida es hermosa, por eso nunca puede ser aburrida para aquellos que desean vivirla; está cargada siempre de nuevos desafíos y aventuras. En aprender a domar ese viento, esa energía deberíamos concentrarnos. No podemos ir por la vida montado en esas energías, que nos vienen tanto desde dentro de nuestro ser como desde fuera, y dejarnos sencillamente llevar, sin más ambición que el de sentir las emociones que produce experimentarlo.
Creo que la vida constituye todo un aprendizaje: aprender a ser buenos viajeros, que sabe lo que busca para saber qué rumbo tomar. No es nada fácil pensar en estas cosas, más aún si tenemos en cuenta que vivimos en tiempos en el que pareciera que buscan convencernos de que solo importa el aquí y el ahora y, por supuesto, pasarla bien, a costa de lo que sea, sin importar más nada.
Pasarla bien es, sin duda, muy bueno, pero aprender a avanzar hacia lo que queremos no solo para hoy, sino también para nuestro mañana, seguro es más bueno todavía. No siempre se trata de pasarla bien, sino de hacer lo bueno para uno y para los demás, para conocer y experimentar el bien.
¿Quién ha de decirnos o señalarnos la meta, el camino y el cómo andarlo? Les tenemos a nuestros padres, maestros y amigos para ayudarnos, pero quien debe tomar las decisiones y andar el camino es solo uno mismo. Nadie puede hacerlo por nosotros; si no lo hacemos, simplemente no sucederá.
Querido amigo y querida amiga, gracias por caminar juntos, porque estoy seguro de que tu decisión es y será vivir la vida intensamente, aprendiendo y disfrutando siempre.
¡Disfruten de sus vacaciones y felices fiestas para ustedes y sus familias!
Tu amigo,
Facundo