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Voy a comenzar por preguntarles si han visto bailar al sol en una mañana de Pascua.
¿Crees que estoy hablando por hablar? Pues, espera un instante, y te explicaré cómo baila.
Verás: si Dios lo deseara, nos permitiría ver bailar al sol, del mismo modo que nos resulta posible ver bailar a los mosquitos como zumban en medio de sus rayos luminosos. Pero Dios da la impresión de que no quiere que sus milagros sean contemplados por todo el mundo. Esa ventaja se la concede a quienes tienen verdadera fe en su poder, y es así que pueden ver cosas maravillosas que los demás.
¿Has visto el baile del sol en la superficie de un lago, cuando el agua se ondula en armoniosos círculos?
No debes pensar que el sol salta como un animalito de poco peso, pues es mucho más grande que nuestra Tierra.
La alegría del sol se manifiesta de una manera verdaderamente maravillosa, pues su alegría es resurrección. Lo celebra como cuando nuestro Redentor resucitó.
Resucitar quiere decir despertar de la muerte. Con la llegada de la primavera, toda la naturaleza se despereza y despierta a la nueva vida, olvidándose de la aburrida inmovilidad del invierno.
Es cuando la nieve se derrite y parece llorar, como se lloró al pie de la cruz de Cristo.
La semilla de trigo queda escondida en la tierra, a semejanza de cuando nuestro Dios descendido de la cruz fue depositado en el sepulcro oscuro.
Es el momento en que se resquebrajan los hielos, dejando en libertad a los mares, que durante tan largos meses han soportado su opresión, del mismo modo que la losa fue levantada de la tumba de Cristo.
Y la nueva luz, más brillante que nunca, ilumina los tétricos parajes de la noche invernal, dando nueva vida a todo, como el Redentor surgió de la oscuridad de la muerte.
Sobre el libro
Libro: Mis cuentos de hadas
Título: Qué bella es la vida
Editorial: Cuenticolor