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Aquella animosa tripulación se había empeñado en arrancar sus secretos al Ártico, a las inhóspitas regiones del Polo Norte.
Contaban con una excelente embarcación y todos los marineros sonreían abiertamente, incluso Still, el pequeño grumete; pensando en el blanco paisaje que les aguardaba. Sin embargo, sus sonrisas se helaron, tanto como el termómetro, cuando se encontraron en medio del océano Glaciar Ártico.
Se desencadenó una furiosa tempestad y el viento gélido les dejó sin respiración. De un optimismo desbordante se había pasado a la posibilidad de perder la vida. Still, en su camastro, oraba ante un libro de oraciones.
De pronto, el barco se estremeció y el grumete rodó por el suelo. En ese momento oyó fuertes gritos:
—¡El barco ha chocado y hace agua! ¡Hay que abandonarlo!
Subió precipitadamente a cubierta y vio a los hombres saltar de la cubierta a los témpanos y huir como enloquecidos. Still hizo lo mismo, y pronto se encontró corriendo de un témpano a otro, con su libro de oraciones apretando contra el pecho.
Cuando se acordó de sus compañeros y miró a su alrededor no los encontró por ninguna parte. ¡Se había perdido en el helado desierto!
—Hace frío terrible y he de buscar cobijo para pasar esta noche. En otro caso, me quedaré tan rígido como un trozo de hielo.
Así pensaba Still, mientras dirigía sus pasos hacia una montaña blanca, con la esperanza de encontrar una cueva. Ya en sus proximidades, surgió ante él la impresionante figura de un esquimal, cubierto por completo de pieles.
Sobre el libro
Libro: Mis cuentos
de hadas
Título: El hombre
del Polo
Editorial: Cuenticolor