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—¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a comerte para que aprendas la lección!
El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando:
—Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te estaré eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún día me necesites.
—¡Ja, ja, ja! —Se rio el león mirándole—. Un ser tan diminuto como tú, ¿de qué forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!
Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su tamaño y su valentía, le dejó marchar.
Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos terribles rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles.
Rápidamente corrió hacia el lugar de donde provenía el sonido, y se encontró allí al león, que había quedado atrapado en una robusta red. El ratón, decidido a pagar su deuda, le dijo:
—No te preocupes, yo te salvaré.
Y el león, sin pensarlo, le contestó:
—Pero ¿cómo?, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.
El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red en la que estaba atrapado el león, y el león pudo salvarse. El ratón le dijo:
—Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.
El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día, los dos fueron amigos para siempre.
MORALEJAS:- Ningún acto de bondad queda sin recompensa.
- No conviene desdeñar la amistad de los humildes.
Conversamos en círculo sobre la moraleja de esta fábula, y pensamos sobre la importancia de los gestos de amistad. Mencionamos al menos tres ejemplos de cómo podemos nosotros ayudar a nuestros compañeros.