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Incluso en el día a día dentro de las casas, las relaciones directas están muy comprometidas por la fascinación que el mundo virtual ejerce sobre todos los miembros de la familia. Es decir, el diálogo es prácticamente inexistente y cada uno representa una "burbuja" que interactúa con otros; tan distante, que termina lejos de aquellos que, en la realidad, están muy próximos.
Vale la pena señalar que toda esta situación se ve agravada por las condiciones actuales de nuestro panorama social, político y económico. El aumento del desempleo, la inflación, altas tasas de incumplimiento, falta de fe en el país y sus líderes, la carencia de perspectivas y un pesimismo generalizado se convierten en escenarios favorables para el distanciamiento e individualismo.
Pero, al mismo tiempo, es pertinente afrontar el hecho de que todas estas dificultades propician que eldiálogo entre padres e hijos sea aún mucho más útil y necesario.
Recurrir al viejo argumento de que lo más conveniente es "aislar del conocimiento de los niños la conciencia sobre la complejidad de un mundo tan competitivo y frecuentemente poco solidario" es el peor error en el que pueden incurrir los padres de hoy.
Hay que tener en cuenta que no se educa a los niños únicamente para nuestro disfrute, orgullo y alegría. Los niños deben y precisan ser educados para la vida, para todo aquello que deberán afrontar en el mundo real. Esto es algo que amerita ser desarrollado con fantasía, humor, optimismo, realismo y, sobre todo, previendo debidamente que las futuras etapas de sus vidas los encuentre con la capacidad de asumir la responsabilidad de ser los autores de su historia, de los logros, así como también de superar los reveses y fracasos.
En este sentido, los días festivos, los acontecimientos de comienzo y fin de año, y los días libres son excelentes momentos para generar esas oportunidades que fomentan un proceso de reflexión, individual y colectivo, acerca de lo que cada uno está pensando respecto a su vida para el presente y futuro.
Recuerdo que cuando nuestros hijos eran pequeños e íbamos de vacaciones cada año les planteaba una revisión de lo que había pasado, apuntando ya al año siguiente. Claramente, las reacciones ante esta provocación no eran muy favorables; pero, poco a poco, las opiniones, deseos, fantasías, sueños y tristezas fueron apareciendo, y la conciencia estaba a cargo del proceso de autodesarrollo. Sin embargo, lo mejor de todo esto fue notar cómo cada uno iba apropiándose de la historia de su vida.
A continuación se presentan algunas sugerencias muy sencillas, con el objetivo de aprovechar esta temporada de vacaciones y el tiempo que se pueda compartir con las familias, para un promover el análisis sobre el significado de la vida.
- Reunir a todos los miembros de la familia en un lugar relativamente aislado a fin de captar la atención.
- Apagar todos los equipos que, eventualmente, distraigan o interrumpan el diálogo e interés.
- Formular una pequeña ronda de preguntas que han de ser contestadas y comentadas por todos, de manera individual.
- Sugerir que cada integrante del núcleo familiar dirija una palabra de aliento, apoyo o pedido a otro.
- Cerrar el encuentro con un acto de alegría y afecto mutuo.
Doy las gracias a los lectores que no ven estas provocaciones como una herramienta de autoayuda. Son solamente recomendaciones para que cada padre e hijo suscite un momento de reflexión en aras del fortalecimiento de sus lazos familiares, pero, al mismo tiempo, para que cada uno en particular se sienta alentado a convertirse en el autor de su propia biografía.
* Fundador y presidente de Höft Consultoría Societaria, en Brasil; integrante de The Family Business Consulting Group International (FBCGi), en América Latina, y Family Business Network (FBN).
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