Responsabilidad social empresarial: un concepto limitado

Partiendo del análisis de Michael Porter, de Harvard Business School, que nos dice que el concepto de responsabilidad social empresarial (RSE) ya no es suficiente para remediar los problemas del capitalismo actual, vemos que propone un nuevo modelo de relación entre los negocios y la sociedad, empezando por la comunidad local.

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Esto pone en contexto las fuertes limitaciones que tienen los modelos de negocios que están basados en una lógica exclusivamente económica, en la que no está integrada la comunidad local. De esta forma, busca insertar una creación de valor compartido en la cual dentro de las estrategias empresariales deben estar presentes tanto los objetivos económicos como sociales, dejando atrás a la mirada paralela de RSE.

Una característica propia de la creación de valor compartido es el trabajo en conjunto entre la comunidad y la empresa. Desde este punto, con el profesor Marcelo Palladino, proponemos un objetivo más amplio que la creación del valor compartido: el objetivo del desarrollo integral local (DIL).

Sabemos que para lograr un DIL se necesitan relaciones de cooperación público-privadas como motor y, a su vez, parte del objetivo de desarrollo.

Paradigmas motivacionales

Lo que impulsa a la empresa a tomar la decisión a participar en acciones de RSE y desarrollo social es el paradigma motivacional. Esto influye directamente en el grado de cooperación público-privada, ya que hemos visto que el paso de la “no cooperación” a la cooperación es determinado por una razón fundamental que justifica ese camino.

Paradigma del interés propio o instrumental

La empresa se involucra en acciones a favor de la comunidad porque a cambio recibe importantes beneficios que se ven a través de la imagen, las ventas, etc. Tiene como base el pensamiento “maximizando la rentabilidad, la responsabilidad básica de la empresa, promuevo el desarrollo local”.

Paradigma del interés ajeno o altruista

Las empresas reaccionan por motivos benevolentes de los dueños o porque así lo exige la sociedad, y estas se ven obligadas a hacerlo, creyendo que “siguiendo la inclinación benevolente o las normas, promuevo el desarrollo organizacional y local”.

Paradigma de la excelencia o de lo intrínseco

Está basado en la convicción de que “desarrollando las virtudes humanas, promuevo el desarrollo organizacional y local”. La empresa se involucra como parte integral de su propósito de sustentabilidad a través de crear riqueza, satisfacer necesidades reales y desarrollar a sus miembros.

Estos supuestos motivacionales llevan a configurar modelos y prácticas de cooperación público–privadas en términos más estables, en los que empieza a aparecer la confianza, basada en el carácter o disposición estable de las personas y organizaciones. En efecto, las virtudes son bases más sólidas que los bienes materiales, los sentimientos morales y las normas externas sobre los cuales fundar relaciones de cooperación sustentables, ya que son disposiciones internas estables de la persona y, por lo tanto, permiten predecir sus comportamientos con mayor facilidad.

Y aquí es clave tener en cuenta que los modelos de cooperación no surgen de estrategias de negociación, sino de ser conscientes de que la cooperación público-privada tiene una base en la naturaleza humana y debe ser desarrollada con esfuerzo.

Finalmente, los supuestos motivacionales y la relación del paradigma de la excelencia hacen que, desde el punto de vista de la finalidad perseguida por los sectores empresarial y gubernamental, se encuentren en la base de la definición de la misión de la empresa y de su naturaleza política como criterios que superan a los de la RSE.

La naturaleza política de la empresa (dada por su capacidad de influir en la sociedad) sienta las bases para una relación armoniosa con el sector público. Si bien el Gobierno de un país es el que debe garantizar el bien común, la empresa –a través de su finalidad de crear y distribuir riqueza, desarrollar a sus miembros, y proveer bienes y servicios que satisfagan necesidades reales– se transforma en un protagonista clave para el logro del bien común.

Si las empresas focalizaran sus esfuerzos en vivir su finalidad intrínseca y el sector público se orientara a su finalidad, que es el bien común, la relación público-privada estará orientada hacia la misma finalidad esencial (bien común o desarrollo integral) e identificará los aportes propios de cada sector para ese objetivo, sentando las bases para que la relación sea más armoniosa.

Las virtudes son bases más sólidas que los bienes materiales, los sentimientos morales y las normas externas sobre los cuales fundar relaciones de cooperación sustentables, ya que son disposiciones internas estables de la persona y, por lo tanto, permiten predecir sus comportamientos con mayor facilidad.

Los supuestos motivacionales y la relación del paradigma de la excelencia hacen que, desde el punto de vista de la finalidad perseguida por los sectores empresarial y gubernamental, se encuentren en la base de la definición de la misión de la empresa y de su naturaleza política como criterios que superan a los de la RSE.

Profesor del Área Política de Empresa del IAE Business School, Universidad Austral, Buenos Aires.

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