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Una investigación del Centro de Gobernabilidad y Transparencia del IAE Business School del año 2011 demuestra que el 72 % de las empresas multinacionales con actividades en América Latina realizan entrenamientos en compliance para sus ejecutivos y empleados y, sin duda, es una señal positiva.
El entrenamiento en compliance y ética en los negocios persigue varios objetivos, como el cumplimiento de las normas externas e internas de la compañía y alertar a los miembros de la organización sobre la relevancia de diversos temas éticos específicos.
Las empresas están obligadas a repensar o, al menos, afinar el enfoque para el entrenamiento de sus empleados y varias ya lo están haciendo porque se descubrió que no se trata solo de cumplir con formalidades, sino que es importante ser exitoso a la hora de construir una cultura ética en la organización. Además, ayuda a responder a preguntas de los empleados y cómo abordar sus preocupaciones, y estimula el diálogo entre managers y empleados, promoviendo así programas de ética en todos los niveles.
Deficiencias
Por más que los objetivos citados anteriormente sean loables, estos entrenamientos parecen carecer de gran eficiencia. Los casos de violaciones de normas internas y externas detectadas no solo no disminuyen, sino que aumentan. Tampoco se logra captar el interés de los empleados, transformándolos en víctimas de estas clases de “ética empresarial”, creando un ambiente de cinismo en un entrenamiento de asistencia obligatoria y de bajo nivel de interés y atención de los participantes.
Este “entrenamiento clásico” no sirve para mejorar el nivel de compliance en la empresa y, por ende, no disminuye el riesgo de actos ilegales e inapropiados por parte de integrantes de la organización.
Una de las causas de por qué no funciona es la manera cómo se diseña e implementa el entrenamiento. Este padece de tres debilidades importantes: periodicidad irregular, contenido incompleto y método poco idóneo.
En un primer momento, la adopción de programas de entrenamiento siguió el camino de lo meramente formal y, en consecuencia, llevó a las compañías a un enfoque rígido y estructurado: hay que hacerlo para “pasar” el filtro y no tener problemas en caso de auditorías, pero, a la vez, debe molestar poco, lo que se traduce en baja periodicidad y un contenido centrado en la transmisión de conocimientos sobre normas, básicamente en forma de prohibiciones. La gran pregunta a responder es así cómo encarar esta tarea para que llegue a buen puerto.
Cambios necesarios
Viendo los magros resultados de lo hecho tradicionalmente, los programas de entrenamiento en ética corporativa están en el medio de un proceso de transformación como parte del cambio general que experimentó en los últimos tiempos el enfoque de los programas de compliance en las empresas.
Los programas formales de ética son solo la parte visible del iceberg de la infraestructura ética de las organizaciones: la parte que queda bajo el agua y no visible, pero con efectos verdaderamente titánicos, está conformada por la gran cantidad de normas no escritas, las presiones, la historia y lo que comúnmente se resume como “cultura empresarial”; es decir, el “cómo hacemos las cosas acá”.
El entrenamiento en ética empresarial se basa en gran medida en poner mayor énfasis en los componentes morales de las decisiones, proponiendo a ejecutivos que elijan el camino correcto.
Pero las bases de este entrenamiento; es decir, que los ejecutivos realicen trade-offs explícitos entre la ética vs. ganar resultados financieros, ignoran que quienes toman las decisiones a menudo ni siquiera ven el aspecto ético en una decisión dada. En consecuencia, no reconocen ni siquiera la necesidad de considerar criterios éticos que puedan haber aprendido en alguna clase de entrenamiento ético. Aspectos de la vida laboral cotidiana tales como presupuestos de ventas y beneficios, objetivos, incentivos, sistemas de compliance formales y presiones informales pueden contribuir a un decrecimiento de la ética en la toma de decisiones.
Las prácticas organizacionales que contribuyen a este desvanecimiento ético pueden ser sutiles, como la forma en que se plantea un problema y el lenguaje en el cual se describe una decisión. Por estos motivos, el entrenamiento debe diseñarse para poder influir y formar una infraestructura ética produciendo efectos positivos. El cambio fundamental debe consistir en el paso de un entrenamiento vertical y rígido hacia una educación interactiva que incluya la discusión de situaciones y dilemas reales que acaecen en las empresas y su entorno. De lo contrario, no son más que un maquillaje cínico.
Hacer la diferencia
Un mundo en el cual cada vez resulta más difícil sostener una ventaja competitiva, ya que siempre se encuentra alguien en la región o en algún lado del mundo que sabe hacer las cosas tan bien o mejor que nosotros, que inventa algo nuevo, lo mejora o copia. En este mundo cambiante, donde los productos, servicios y procesos se han “comoditizado”, las empresas que quieran tener éxito deben hallar caminos alternativos para diferenciarse.
Hay un área donde la “comoditización” no llegó y donde la diferenciación sigue siendo posible: el comportamiento humano, el cómo hacemos las cosas, y esta es la oportunidad de ganarle a la competencia, a través del comportamiento de la organización. Los integrantes de la empresa ya no deben ser considerados meros receptores de un catálogo de normas y reglas prohibitivas, sino como los principales participantes activos en la construcción de la cultura de integridad de la compañía, aportando también sus propios valores.
Hay un área en la cual la “comoditización” no llegó y en la cual la diferenciación sigue siendo posible: el comportamiento humano, el cómo hacemos las cosas, y esta es la oportunidad de ganarle a la competencia, a través del comportamiento de la organización.
El entrenamiento en ética empresarial se basa en gran medida en poner mayor énfasis en los componentes morales de las decisiones, proponiendo a ejecutivos que elijan el camino correcto.
profesor del IAE Business School.