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América Latina ofrece una realidad heterogénea en su economía a inicios del año 2014. La idea de este análisis es repasar diferentes países enfocados, en general, en procesos de desarrollo sostenibles.
Paradójicamente los dos países más grandes de América Latina, México y Brasil, están creciendo poco. En México es un avance que la sociedad haya superado los 71 años consecutivos del PRI (Partido Revolucionario Institucional) en el poder. Estamos ahora frente a un PRI a cargo de un Gobierno renovado. Por otro lado, un líder obrero gobernó Brasil, según un esquema moderno, abierto y ortodoxo con buenos resultados y que le dejó una buena herencia a la actual presidenta, Dilma Rousseff.
Centroamérica, por su parte, avanza a buen ritmo, alejándose del fantasma de las guerras civiles y mostrándose cada vez más alineada con EE. UU. El caso de Cuba es atípico; posee un atraso sistémico, salvo en islas de eficiencia como la salud pública y la educación. No sabemos si cuando fallezca Fidel Castro habrá una transición lenta o definitiva hacia un capitalismo moderno.
Caso Venezuela
Lamentablemente Venezuela sigue en la trampa del populismo, reafirmada con la reñida votación en favor del actual mandatario, Nicolás Maduro. Es un esquema típicamente fascista, análogo al que ya vimos en la región en los años 40. El populismo resulta una estrategia exitosa para una población con baja calidad de educación y con un sistema de partidos en crisis dada la ejemplaridad negativa de los políticos. De momento, el modelo subsiste gracias al precio del crudo, pero el ritmo de deterioro institucional es notable. Además, la situación venezolana es siempre un factor de riesgo para la región, ya que la tentación de cuestionar a EE. UU., enfrentar a la economía capitalista y buscar soluciones mágicas alternativas a la globalización es grande para muchos políticos.
Colombia tuvo en estos años una macroeconomía relativamente ordenada, lo que evitó una crisis. Álvaro Uribe la posicionó mejor, debido a la reducción de la inseguridad; el país está sólido y más competitivo con el presidente Juan Manuel Santos, captando mucha más inversión extranjera que en la última década.
La estrella de la región
Perú, como es sabido, es la estrella de la región. Casi todos los analistas reconocen los efectos de la modernización de Alberto Fujimori, cuestionado por la corrupción. Pese a la buena gestión macro de los expresidentes Alejandro Toledo y Alan García –una versión 2.0 de aquel que era admirado en la década de los 80 por el líder sindical argentino Saúl Edolver Ubaldini–, se cuestiona el costado social del modelo. La realidad es que Perú es un caso clásico de efecto “viento de cola” por los precios de los minerales que exporta. Pese al crecimiento, persiste una profunda desigualdad en un país aún pobre. Parte de la sociedad le adjudica el mérito de la estabilidad a la dolarización de Ecuador y de las reglas económicas claras. El debate no parece estar instalado en la sociedad.
Bolivia tiene una macroeconomía relativamente ordenada, aunque con distorsiones en la asignación de recursos. La inflación bajo control expresa coherencia en la gestión del Banco Central. Evo Morales es más proclive a la intervención estatal, en especial en el sector energético, en el que se está perdiendo potencial de desarrollo.
Nuestra realidad
El Paraguay es un país que logró salir del esquema monopólico del tradicional Partido Colorado, ahora nuevamente en el poder. Está muy expansivo con una revolución en la producción agrícola. Es el país que lidera en las tasas de crecimiento de América latina. Tuvo períodos recesivos debido a malas cosechas, ya que es sensible a condiciones climáticas, aspecto en el que debe agregar mayor valor a una estructura primaria de comercio exterior.
La disponibilidad de energía eléctrica es un activo valioso del Paraguay. Debe complementarse con mayor desarrollo de infraestructura que fortalezca la competitividad, aprovechar más la dinámica del Mercosur tras un período institucionalmente irregular. La macroeconomía está estable con baja inflación y una natural tendencia a la apreciación del guaraní.
Uruguay logró un crecimiento sostenido con un dólar invariable, baja inflación y expansión notable, también de su frontera agropecuaria.
Chile es la economía que más admiran los políticos sudamericanos, de todo el arco ideológico, producto de sus 25 años sin recesión, con un impulso importante a las exportaciones y una solidez fiscal envidiable.
El sistema político luce sólido y las instituciones influyen en que el WEF (World Economic Forum) lo ubique en torno al 34, ya hace muchos años está bien posicionado en un ranking de competitividad que agrupa a 148 países.
El repaso incompleto de la situación de algunos países latinoamericanos refuerza las conclusiones que se desprenden del comportamiento agregado; si bien se lograron avances significativos, las cuentas pendientes también son muchas. Década perdida en los 80, luces y sombras de los 90 porque las reformas encaradas entonces, según el consenso de Washington, no fueron del todo eficaces en lo social.
Hasta ahora, la segunda década del siglo XXI puede culminar con resultados alentadores, en parte gracias a los buenos precios internacionales. Esperemos que la región logre terminar bien esta década y que en la siguiente, la del 2020, se consolide el modelo de crecimiento sostenible para aprovechar todas las capacidades naturales y de recursos humanos que posee América Latina.
La disponibilidad de energía eléctrica es un activo valioso del Paraguay. Debe complementarse con mayor desarrollo de infraestructura que fortalezca la competitividad.
Hasta ahora, la segunda década del siglo XXI puede culminar con resultados alentadores, en parte gracias a los buenos precios internacionales. Esperemos que la región logre terminar bien esta década y que en la siguiente, la del 2020, se consolide el modelo de crecimiento sostenible.
Director del Área Académica Economía del IAE Business School.