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Ocho años de crecimiento sostenido colocan a América Latina en una posición de privilegio en el concierto mundial. La región debe marcar su propio camino, siempre atenta al boom en la producción en China y el Sudeste Asiático —principal motor de ese posicionamiento—, y a la gran fuerza del colapso financiero de Estados Unidos y de Europa.
El desafío es enorme, pero conlleva una gran oportunidad para una región históricamente postergada. Y la responsabilidad pasa a ser central para los líderes, que deben seguir impulsando el ciclo de crecimiento y conducir a esta porción del mundo a una nueva fase de desarrollo económico y humano.
Es que, si bien los recursos naturales constituyen el núcleo del crecimiento, son las personas las que cuentan con la capacidad de rescatar a Latinoamérica del retraso relativo que hoy tiene enfrente al mundo desarrollado.
La particularidad propia de la región y la coyuntura emergente exigen también que estos líderes reúnan ciertas características, cualquiera que sea su ámbito de acción: la función pública, una empresa privada o una organización social.
Estos atributos del líder latinoamericano no solo pueden diferir de los que necesitan presentar los dirigentes de otras latitudes, sino que también —y esto acaso sea más trascendente— exigen cualidades distintas a las de épocas no tan lejanas.
América Latina, sin embargo, cuenta con rasgos heterogéneos que hacen que no pueda aplicarse un mismo molde a todos los países. Alejandro Carrera, vicedecano del IAE y profesor de Política de Empresa, explica estas diferencias: “El actual contexto regional muestra una faceta de menor incertidumbre que el contexto global. Igualmente, dentro de América Latina se pueden diferenciar dos grupos de países: aquellos más institucionalizados y ordenados, donde no cambian las reglas de juego; y aquellos más personalistas y populistas, donde rigen ideas más heterodoxas, lo que provoca la existencia de un mayor grado de incertidumbre y un ambiente de negocios enardecido”.
Alejandro Sioli, director académico del programa Dirigiendo Personas del IAE y profesor de Comportamiento Humano en la Organización, coincide con la visión de Carrera y agrega: “Latinoamérica no es una sola cosa. No son iguales los líderes de países como Brasil, México, Chile o Argentina. Hay grandes diferencias que tienen que ver con sus historias y sus desarrollos”.
Capitanear
Si la oportunidad para la región está en las personas y en quienes dirigen, vale definir la capacidad de conducción. “Un líder es la persona que es capaz de conducir grupos humanos hacia objetivos comunes. Debe poder crear los contextos para que las personas puedan expresar todo su potencial”, desarrolla Carrera.
“En una empresa, el proyecto común es el propósito empresario. Y el rol del líder es el de desarrollar a las personas para llevar a cabo ese propósito. Según cómo se entienda la empresa y su rol en la sociedad será la definición del líder empresario”, puntualiza.
A partir de la hecatombe financiera que sacude a los países centrales, se infiere que el mundo está atravesando una crisis de liderazgo de la que Latinoamérica no está exenta. “Hay ciertos líderes para los que el fin justifica los medios. Y esto, a mi juicio, deteriora las sociedades en su conjunto”, opina Sioli.
Carrera coincide con esta visión. “Hoy a los líderes empresariales se les piden resultados a corto plazo. El capitalismo financiero los ha empujado a ser más individualistas y a satisfacer los requisitos, en primer lugar, del accionista, lo que es un error. Se perdió la perspectiva de que la empresa es una comunidad de personas”, advierte.
“La responsabilidad de un líder de una empresa, una organización social o un país es contribuir al bien común y velar por la continuidad sustentable de la institución que lidera. Es ‘pasar la posta’ en una situación mejor de la que recibió, con claro sentido de futuro, y no necesariamente con todos los temas resueltos”, sintetiza el profesor.
Una mirada amplia es fundamental. “El líder es responsable de tomar la iniciativa del cambio, de preparar la sucesión, de cuidar de la unidad de la organización y de armar equipos que conozcan, quieran y se identifiquen con lo que están haciendo, siempre armonizando los legítimos intereses de todos los stakeholders (accionistas)”, explica.
A partir de estos conceptos, cabe preguntarse qué puede hacerse para mejorar los liderazgos en la región. Sioli elabora una respuesta: “Hay que formar personas que se sientan responsables por el impacto de sus acciones. Abiertas a dialogar y a ver el mundo con los cristales de otros, educándolos desde muy chicos a respetar y ser respetados. En el largo plazo, hay que invertir en la educación y la cultura. En el corto plazo, los liderazgos se mejoran generando ámbitos de encuentro”.
Según Carrera, América Latina está en un momento en que las empresas locales deben regionalizarse y fortalecerse. “Es importante que los líderes de la empresa vivan en la región y que el poder de decisión esté en la región. Hay que convivir con la realidad y empaparse de ella”, termina.
Atributos
Primero: ver a la empresa como una institución social y de personas.
Segundo: ser consciente de que su principal responsabilidad es procurar la continuidad de la empresa y que para ello debe satisfacer los legítimos intereses de los diferentes stakeholders que forman parte de ella. Personificar las relaciones, conocer de primera mano a los actores involucrados en el camino.
Tercero: entender que la libertad es la principal fuente de innovación; su responsabilidad es crear esos ambientes en la empresa.
Cuarto: ser capaz de aprender y cambiar a título personal, y preparar a la organización para el aprendizaje continuo.
Quinto: instalar un estilo de dirección basado en principios y valores, donde la humildad como virtud y el profesionalismo como competencia no falten.
Sexto: en un entorno como el actual, debe saber manejarse en situaciones ambiguas sin perder el rumbo.
Sétimo: saber armar equipos, pequeñas comunidades de trabajo, manejando la diversidad.
“Un líder es la persona que es capaz de conducir grupos humanos hacia objetivos comunes. Debe poder crear los contextos para que las personas puedan expresar todo su potencial”.
(Alejandro Carrera).
“Hay que formar personas que se sientan responsables por el impacto de sus acciones. Abiertas a dialogar y a ver el mundo con los cristales de otros, educándolos desde muy chicos a respetar y ser respetados”.
(Alejandro Sioli).