Huerta urbana

A la altura del Km 15,5 de la ruta 2 de la ciudad de Capiatá, un microemprendedor invita a compartir su ardua labor como agricultor y comerciante. Esta peculiar parcela emplea directamente a siete personas.

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Parada obligatoria. En esto se convirtió hace cinco años el emprendimiento de Carlos Vidal Coronel (48), quien decidió asentar un atípico sistema de venta de hortalizas, cuyo progreso sorprende a quienes transitan por la ruta 2, sobre la cual funciona su negocio llamado Granja Verde.

La actividad de don Carlos, como se lo conoce, se inicia a las 4:00 y termina pasadas las 21:00, tiempo que destina, mayormente, al cuidado de su cosecha, basada en una amplia variedad de vegetales.

“Empecé en un terreno de 50 x 50 m, cultivando algunos tipos de lechuga y frutilla”, dice recordando sus comienzos en este lugar, en el que en la actualidad cosecha cinco variedades de lechuga, además de hojas de ajo, perejil, cebollita, cilantro (kuratũ), zapallito, zucchini, pepino, orégano, repollo, acelga y otros. En cuanto a frutas, las adquiere de proveedores para su posterior comercialización.

Rememorando sus pasos, cuenta que antes de invertir en esta parcela se dedicaba a la venta de hortalizas a comerciantes del mercado. “De la huerta a la mesa fue siempre el objetivo de mi tienda y es la demanda la que nos lleva a ampliar nuestra gama de producción”, expresa al indicar que Granja Verde pretendió instalar el consumo de productos frescos en la zona urbana.

En cuanto al volumen de ventas que logra, el emprendedor relata que en sus comienzos fue de 50 plantas de lechuga por día, cifra que, a la actualidad, llega a las 500 plantas diarias. Puntualiza que la calidad de sus productos más la publicidad de boca en boca garantizan el éxito de Granja Verde.

Su emprendimiento abarca ya dos hectáreas y emplea en forma directa a siete personas. Asevera que en sus plantaciones utiliza un buen abono antes que la química agrícola y, por ello, está en proceso de certificación de su huerta ante varias instituciones del sector.

Proceso. Don Carlos menciona que desde chico se involucró en la agricultura familiar, cuya cultura la heredó de su padre y sus tíos en su ciudad natal, J. A. Saldívar. “Crecí en este rubro y fue hace cinco años que una persona de buen corazón me cedió este sitio (en Capiatá) para poner mi negocio”, manifiesta. La oportunidad de aprovechar la tierra fértil se la dio Juan Benítez Orué, propietario del inmueble en el que don Carlos sigue levantando sus tablones.

Así, disfruta el día a día haciendo lo que más le gusta: sembrar y ver su trabajo crecer. En tanto, su huerta urbana sigue resultando llamativa por los colores que reflejan sus distintas plantaciones, que se aprecian a simple vista desde la calle.

Ahora, la meta de don Carlos radica en disponer del servicio de delivery para los clientes de esta zona y, a la par, ver otras tierras fértiles del distrito para expandirse como microempresario. “No hay límites cuando uno se propone. Todo tiene su gasto y, si uno persevera, tarde o temprano ve sus logros”, subraya.

emilse.rolon@abc.com.py

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