El resurgir del trompo

Buscando la manera de entretener a su hijo, Francisco González creó su microempresa llamada Don Trompo, una iniciativa de negocio que persigue rescatar del olvido un tradicional y popular juguete que colmó de emoción y alegría a pequeños de varias generaciones.

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En una siesta calurosa, típica del verano paraguayo, surgió hace ocho años el disparador de lo que hoy es un pequeño negocio. En su taller, Francisco González tenía herramientas básicas para realizar trabajos metalúrgicos, eléctricos, de carpintería y plomería. Reparaba desde bicicletas o motos hasta armas de fuego, ya que es técnico especializado. Tomó un cubo de madera y se le ocurrió elaborar su primer trompo, con el cual quería transmitir a su hijo de ocho años el entusiasmo que le produjo aquel juguete en su infancia.

El trompo causó sensación entre los amigos de su hijo y pronto comenzaron a llegar los pedidos. Vio el potencial comercial, pero más que nada se dejó llevar por su pasión hacia los trompos. “Mi objetivo es hacer resurgir del olvido una pieza que forma parte de nuestra cultura, pero que además desarrolla destrezas y permite una serie de juegos que propician una sana competencia. Mi idea es recuperar este y otros juegos populares y tradicionales como el bolero, el yoyó o la pandorga”, sostiene.

Hasta ahora fabricó más de 9.000 trompos, pequeños, medianos y grandes. “Pronto iniciaremos la serie 10.000, pero más allá de la satisfacción de estas ventas, me reconforta saber que hicimos un avance importante en cuanto al conocimiento del juego. Sería irreal pensar que podemos competir con la tecnología, que ya es parte de esta nueva generación”, indica.

En 2011, con motivo del Bicentenario patrio, Don Trompo ganó mayor visibilidad, ya que la mascota oficial de los festejos fue el Trompo Arasâ, nombre que viene de la madera con la que se hacían los trompos en otras épocas, en este caso la guayaba.

“Hoy es muy difícil conseguir esa madera, por eso lo hacemos con guayaibí. Mi producción es lenta, porque no es resultado de una cadena de producción; cada pieza es única y artesanal. Una innovación nuestra fue el acabado de pintura que le damos, con rayas muy coloridas, caritas divertidas o personajes. Los que se venden más son los de colores alusivos a los clubes de fútbol”, refiere.

Hasta ahora no posee un local de ventas; los productos se pueden encontrar en calle Palma los domingos, en ferias o en Puerto Abierto. Cuestan entre G. 15.000 y G. 35.000. “La mejor referencia que tenemos son todos nuestros clientes, en Paraguay y más de un centenar del exterior que los llevaron para hacer un regalo original. Hay quienes los coleccionan y los exhiben en un sitio de la casa o la oficina. También promocionamos nuestros productos a través de la redes sociales”, comenta.

Una de las dichas de Francisco es que su hijo de 16 años, a quien llaman Trompo junior, se involucró de lleno en la producción. Juntos pueden realizar 30 piezas pintadas en dos días. La meta es llegar al millón de trompos. “Vamos en forma lenta, pero sin pausas. No sé si llegaré a cumplirla yo o lo hará mi hijo”, reflexiona.

González tiene otra ocupación en trabajo social. Si bien Don Trompo le genera ingresos, aún no están dadas las condiciones para dedicarse 100 % a él. “Hay muchos juguetes que se pueden fabricar en madera y pienso que podría ser rentable, siempre y cuando la producción esté diversificada”, señala.

Antigüedad del trompo

En excavaciones egipcias se encontraron piezas similares, pero hechas de piedra. Por la sencillez de su construcción, se extendió a varias partes del mundo y a casi todos los países de Latinoamérica. Como dato curioso, en una foto tomada en la cubierta del Titanic se puede ver a un chico jugando al trompo bajo la atenta mirada de su padre y otros pasajeros.

Algo que destaca es que el trompo es un nexo entre dos y hasta tres generaciones. “Quien jugó sabe la satisfacción que brinda y quiere trasladar ese sentimiento a su hijo, nieto o los chicos de otra generación. Quisiera que las personas apoyen el emprendimiento, porque recuperar un componente de nuestra cultura popular es tarea de todos. No me canso de decir que la comunidad Don Trompo es de todos y que yo solo soy un administrador. Cuantas más personas se involucren, será mejor”, concluye.

nperez@abc.com.py

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