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No se trata de sus edificaciones. Ni de su historia. Tampoco de su clima ni de sus monumentos. Lo que verdaderamente define a una ciudad y la diferencia de otras es su gente; cuáles son sus quehaceres cotidianos, cómo se traslada, cuál es su estilo de vida, de qué maneras se manifiestan la convivencia e interacción entre semejantes. Y más aún, el corazón de una ciudad, donde late el pulso social, es espacio público. Es allí donde las personas sociabilizan y llevan a cabo las actividades que trascienden los límites de los intereses individuales.
Con posterioridad al avance de la propiedad privada registrado durante el siglo pasado, estos espacios públicos quedaron relegados a las plazas y a poco más. Pero desde hace un par de décadas, el sustancioso incremento que experimentaron los precios del metro cuadrado en las grandes ciudades obligó a los habitantes a vivir de manera irremediable en sitios con dimensiones cada vez más reducidas. Así, abandonar la residencia propia se tornó perentorio. En la actualidad, las extensiones de carácter público recobraron preponderancia y hoy por hoy volvieron a desempeñar su función: resultan fundamentales en el entramado de las localidades contemporáneas, y, además, representan las notables transformaciones urbanas.
Un arquitecto los definiría como espacios inmersos dentro de una ciudad que quedaron afuera de las propiedades privadas y públicas. Se encuentran entre los edificios ocupados por complejos empresariales, los centros comerciales, las iglesias, los museos. Pertenecen a todos los habitantes, y la libre circulación en estos debe ser garantizada. Un sociólogo, en cambio, optaría por destacarlos en atención del elevado valor simbólico, social, cultural y político que reviste y envuelve dentro de una sociedad, porque dan apertura a un escenario perfecto para el intercambio de bienes y la comunicación entre sus integrantes.
Las tendencias
No todas las superficies públicas presentan igualdad de condiciones. ¿Qué hace que una sea mejor que otra? Una de las claves imperantes en los tiempos que corren es la seguridad. Los expertos en urbanismo aseguran que se accede a la misma en aquellos sectores que aglutinan una mayor concurrencia de personas. A nadie le gusta sentirse solo, y siempre es más satisfactorio y beneficioso rodearse de vecinos o turistas, aunque estos sean desconocidos. Quienes comparten un espacio público persiguen un objetivo idéntico: disfrutar del momento.
La iluminación también es un aspecto influyente. Ámbitos, como calles, avenidas, parques y monumentos, que hasta hace poco tiempo atrás eran iluminados de la manera convencional, en el presente requieren de lámparas de led de última generación que certifiquen, por un lado, una vida útil más extensa, y un ahorro energético considerable, por el otro. La ciudad de Buenos Aires, Argentina, por ejemplo, en estos momentos está abocada a la culminación del proceso de reemplazo de 125.000 luminarias de calles y plazas.
Otra clave la constituyen las áreas verdes, debido a que las mismas sirven como pulmones urbanos, con miras a renovar el oxígeno. También toma fuerza la necesidad de que existan lugares accesibles para tomar asiento cómodamente, de modo a que cada persona pueda encontrar rápidamente su silla o reposera, sin depender de nadie. Tal como ocurre en parques de envergadura, como el Central Park de Nueva York, el Hyde Park de Londres, los parques de Toronto –de entre las 10 provincias de Canadá, la más poblada de ese país–, que cuenta con 8000 ha de extensiones verdes y alberga a más de tres millones de árboles distribuidos en más de 1500 parques, o los espectaculares jardines de Luxemburgo, en París.
Por último, las zonas conectadas a internet, con wifi abiertos y gratuitos, conquistarán y concentrarán a más usuarios por claras razones. Un buen espacio público no se limita solamente a modificarles la cotidianidad a los residentes de un vecindario, sino que contribuye a la proyección de una mejor imagen global de la ciudad. Repercute en su marca. Atrae al turismo.
De esta manera lo entienden los encargados de la organización del Premio Europeo del Espacio Público Urbano, que desde el 2000, cuando nació en Barcelona, apuntan al reconocimiento de las obras que se han erigido para generar, recuperar u optimizar los espacios de numerosas ciudades del Viejo Continente, como objetivos (www.publicspace.org/es).
Somos más
Paulatinamente, la cantidad de habitantes en las megaciudades (aquellas en la que viven más de 10 millones de pobladores) va en ascenso. En 1950 había apenas dos (Nueva York y Tokio); sin embargo, en la actualidad existen 20 y pronostican 40 para el 2030.
La arquitecta Amanda Burden fue jefa de planificación urbana de Nueva York, bajo la administración del exalcalde Michael Rubens Bloomberg, y encabezó el rediseño estructural del que ha sido objeto esta metrópoli tras sufrir el atentado del 11 de setiembre.
Durante una conferencia que brindó, llamada “How public spaces make cities work”, Burden expuso detalles acerca de cómo reconvirtieron el High Line Park, uno de los proyectos urbanísticos más innovadores respecto al aprovechamiento del espacio público. Anclado al oeste de Manhattan (en el meatpacking district), es un espacio de más de dos kilómetros de vías de ferrocarril abandonadas en 1980 y reducido a un basural. Burden y su plantel de colaboradores lo transformaron en un parque en las alturas destinado a múltiples finalidades, que dispone de más de una docena de accesos diferentes, e inaugurado en el 2009. La iniciativa arquitectónica trascendió a la obra en sí, cooperó con la revalorización de la zona, y elevó el valor de las viviendas y los comercios cercanos. En el presente, se trata de un polo gastronómico y artístico, y una de los sectores más cool de Nueva York, visitado tanto por residentes como turistas. Empresas como Google instalaron allí sus oficinas. Pero también es uno de los lugares más codiciados y disputados por millonarios proyectos que buscan la habilitación de tiendas y shoppings comerciales. “No importa cuán importantes y exitosos sean los espacios públicos. Nunca se los puede dar como algo seguro, que siempre estarán ahí. Hay que defenderlos”, sostuvo Burden.
La tecnología también ha generado nuevos espacios públicos no físicos; es decir, que nacen de manera virtual en las redes (web, 3G, otros), pero se reproducen físicamente en diferentes puntos de las ciudades. La movida social street (www.socialstreet.it) es un ejemplo. Fundada hace dos años por Federico Bastiani, un ciudadano italiano de 37 años graduado en Economía, que vive en Bologna. Cuando se mudó, creó el grupo cerrado en Facebook denominado Residentes de via Fondazza, la calle histórica de unos 500 m de largo. El propósito fue entablar relaciones sociales con sus vecinos desconocidos y dar origen a un sentido de comunidad. Solidaridad y colaboración, proyectos, eventos, ideas, descuentos en comercios y otras iniciativas surgieron a partir de su idea. Actualmente, ya circulan unas 365 social streets alrededor de todo el mundo, que involucran a unas 20.000 personas de ciudades de Francia, Nueva Zelanda, Croacia y Brasil, entre otros países.
Fuente: HSM Group // www.wobi.com
Fotos: HSM Group
* Periodista especializado en nuevas tecnologías, fundador de la agencia de social media tercerclick. Publicó varios libros sobre medios y tecnología: Vivir en los medios, El imperio digital y La gran manzana: las 10 claves del éxito de Apple. Su último libro Futuro Inteligente es sobre Big Data, Internet de las Cosas y ciudades inteligentes.
Contacto: Blog: www.eblog.com.ar. Twitter: @zanoni