El bono demográfico y los desafíos

La juventud paraguaya está expuesta a una situación de vulnerabilidad, en tanto el país atraviesa un periodo de bono demográfico crucial para su desarrollo (en el cual, la población en edad de trabajar es mayor que la dependiente): el 27,9 % (1.869.100 habitantes) tiene entre 15 y 29 años.

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El informe El poder de los adolescentes, los jóvenes y la transformación del futuro, divulgado recientemente por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) da cuenta de la situación de vulnerabilidad en que se encuentra la juventud en el Paraguay.

De los 6.709.730 habitantes que señala la Encuesta Permanente de Hogares 2013, de la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC), 1.869.100 son jóvenes de entre 15 y 29 años de edad; es decir, el 27,9 % de la población. Esto ubica al Paraguay como unpaís que atraviesa por un periodo de bono demográfico, en el cual la población en edad de trabajar es mayor que la dependiente.

Este es un momento fundamental para el desarrollo del país, pues el bono demográfico permite poner los cimientos para acelerar el crecimiento económico, avanzar rápidamente en la reducción de la pobreza y las desigualdades y finalmente mejorar sustancialmente la calidad de vida de la población. Sin embargo, sentar estas bases requiere un enorme esfuerzo nacional teniendo en cuenta la actual situación de la adolescencia y juventud en el país.

En materia de salud, uno de los problemas más graves que afecta a las mujeres jóvenes es el embarazo temprano, ya que de él se derivan muertes maternas y deserción escolar. Según el citado informe, el Paraguay tiene una tasa de natalidad en la adolescencia de 63 por cada 1000 mujeres entre 15 a 19 años de edad, superior al promedio latinoamericano.

En el ámbito de la educación, el informe señala que solo poco más del 60 % de los jóvenes está matriculado en la educación secundaria, lo que deja en evidencia la dificultad que enfrentan para terminar la secundaria y continuar estudios superiores. Las principales razones para dejar de estudiar son las económicas: la necesidad de trabajar y la falta de recursos en el hogar.

El siguiente cuadro muestra los obstáculos que la juventud tiene en el estudio y el trabajo. Entre los 15 y 19 años, edad en que deberían estar estudiando a tiempo completo, menos de la mitad lo hace (47,0 %). El 19,4 % solo trabaja, lo cual significa que su bajo nivel educativo lo va a llevar a una trayectoria laboral precaria y vulnerable a lo largo de su vida, aumentando las posibilidades de seguir en la pobreza o de permanecer en ella. El 24,3 % estudia y trabaja. El resultado final es que el 43,7 % de los adolescentes ya trabaja.

Por otro lado, en la última etapa de la juventud (25-29 años) solo el 84,3 % trabaja, siendo un tramo de edad en el que todo joven desea producir y ser una persona económicamente autónoma.

La situación laboral empeora si se consideran las condiciones de trabajo. El 33,5 % aporta a un sistema de jubilación, el 45,9 % gana menos del salario mínimo y solo el 15,8 % tiene seguro de salud en el Instituto de Previsión Social.

Este panorama expone la condición contradictoria del Paraguay. A pesar de que se encuentra en un periodo fundamental para construir la trayectoria de su desarrollo, no cuenta con una política ni con estrategias sectoriales que garanticen una transformación estructural de las condiciones sociales y económicas de este grupo etario.

La juventud debe ser el centro de atención de las políticas públicas en los próximos años. El Paraguay ha avanzado en materia institucional, pero también tiene retrocesos. Por un lado, la constitución de la Secretaría Nacional de la Juventud y la creación del Ministerio del Trabajo, Empleo y Seguridad Social constituyen pasos importantes en el diseño e implementación de acciones específicas dirigidas a la juventud. Sin embargo, el debate del marco rector para una educación integral y la ley de antidiscriminación pusieron en evidencia la existencia de sectores que –sin argumentos y con distorsiones– ponen sus intereses particulares por encima del bienestar general.

Hay instituciones que deberían fortalecer su trabajo con intervenciones focalizadas en la juventud: el Ministerio de Salud en salud sexual y reproductiva; los ministerios de Industria y Comercio, Agricultura y Ganadería, y Trabajo –incluyendo al Servicio Nacional de Promoción Profesional y Sistema Nacional de Formación y Capacitación Laboral-, en el ámbito laboral; el Banco Nacional de Fomento y el Crédito Agrícola de Habilitación en el acceso al crédito; el Instituto de Previsión social en la formalización del empleo, entre otros.

El desafío no es menor. En América Latina existen experiencias exitosas susceptibles de ser adaptadas y el Paraguay cuenta con información estadística que permite conocer relativamente bien las causas de los principales problemas que aquejan a la juventud. Lo que hace falta es voluntad para asumir los problemas y atacar sus causas con políticas públicas efectivas e integrales, funcionarios públicos comprometidos con los objetivos institucionales y una gestión honesta, transparente y desvinculada de intereses particulares o sectarios.

El artículo forma parte de la edición n° 26 de Economía y Sociedad del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (Cadep).

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