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Existen personas que influyen en otras mediante el ejemplo o discurso. Son transformadores que se convierten en agentes de una historia: pueden aparecer en el mundo, en países, Gobiernos, empresas, familias y tantos otros ámbitos de nuestra sociedad.
Están, por otro lado, quienes ni siquiera sienten que su vida les pertenezca, y la transitan según personas y mecanismos externos en busca de algún sentido. Para ellos, se encuentran los gurús de turno y el creciente material de autoayuda.
Pero a lo largo de la historia de la evolución humana también hemos encontrado personas de quienes se dice que “fueron (o son) más grandes que sus vidas”. Esta afirmación se enuncia en plural porque se refiere a seres humanos que, con certeza, vivieron varias vidas a lo largo de una sola.
Para comprender este comportamiento multifacético a través de un análisis muy práctico y sin grandes elaboraciones, podemos utilizar la teoría de los distintos papeles que asumimos en la vida: establecemos relaciones profesionales, afectivas, espirituales, sociales, materiales e individuales. Al actuar en escenarios diferentes, muchas veces, creamos personajes que no pueden, desde un punto de vista moral, tener comportamientos y actitudes totalmente contradictorios.
Adicionalmente, nuestra vida deberá contemplarse y vivirse en tres dimensiones: pasado, presente y futuro. Si bien para muchos esta división pueda parecer puramente didáctica, simboliza las transiciones: somos diferentes a cada instante, en la medida en que debemos administrar consecuencias y expectativas de los papeles en dimensiones temporales.
Pero ¿qué hace que alguien merezca el reconocimiento y la categoría de “persona que vive mucho más allá de su vida”? Los padres pueden desarrollar un profundo sentido de realización a través de los logros de sus hijos y nietos, un emprendedor transforma una creación –la empresa– en una obra que puede convertirse en algo mucho más grande que su creador. Liderazgos transformadores llegan a alterar el rumbo de la historia e influir en vidas ajenas, para bien o mal.
Para algunos, los que asumen una dimensión mayor que sus vidas se convierten en puntos de referencia, pero no solo para ser admirados, sino que, de alguna forma, pasan a ser considerados mucho más grandes que su existencia.
Recuerdo la respuesta de un historiador italiano, perteneciente a una familia que actualmente cuenta con 14 generaciones, cuando se le preguntó sobre las razones de la longevidad familiar y empresarial. Decía él, de modo muy pragmático, que en su familia existían muertos que estaban vivos y vivos que estaban muertos.
Aunque el motivo real de preocupación sean los “vivos muertos”, por la falta de compromiso con sus vidas y el sentido de estas, resulta evidente que todos aquellos considerados como “muertos vivos” entran dentro de la categoría de los que resultaron más grandes que sus existencias.
Está claro, también, que este conjunto de reflexiones cobra más sentido a medida que pasan los días en nuestra sociedad moderna. Un mundo competitivo y globalizado, como en el que vivimos, exige que nos convirtamos en individuos que pueden ver y actuar más allá de simples deseos y objetivos a corto plazo. Sobre todo, dado que nuestras aspiraciones están influenciadas por una sociedad consumista que se satisface con modelos de fama efímera.
Este es un mensaje para el país, los educadores, líderes sociales y formadores de opinión. Pero es, sobre todo, un compromiso que cada uno debe asumir consigo mismo en la medida que pretenda apropiarse de la propia existencia.
Nunca es tarde para pensar y actuar.
Por: Renato Bernhoeft, fundador y presidente de Höft Consultoría Societaria, en Brasil; integrante de The Family Business Consulting Group International (FBCGi), en América Latina; y Family Business Network (FBN). Contacto: renato@hoft.como www.hoft.com