Culturas de negocios

En un diálogo imaginario, los autores contrastan el ámbito empresarial norteamericano —donde las frustraciones son consideradas valiosas— con el latinoamericano —donde se tiende más a ocultarlas—. Cuando los errores forman parte del camino.

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Son increíbles las conversaciones que uno puede escuchar en un aeropuerto. Luego de haber pasado los controles de Aduanas y Migraciones, me encontraba con tiempo antes de que me llamaran a embarcar. Me senté en un lugar junto a otras cien o doscientas personas que estaban igual que yo, esperando. Abrí mi iPad para definir si terminaba una presentación pendiente acerca del talento en América Latina, si profundizaba en el e-mail de un alumno —de aquellos que requieren reflexionar un tiempo antes de responder rápido— o avanzar con otro capítulo del libro electrónico Governance as Leadership, de William P. Ryan.

Pero durante los siguientes 25 minutos permanecí atento escuchando un diálogo riquísimo entre dos personas, sentadas justo frente a mí. Hacia el final de esa conversación no pude mantenerme al margen y me presenté mostrando interés en lo que hablaban.

No tengo claro cómo comenzó, pero comparaban a los ejecutivos latinoamericanos con los norteamericanos. La mayor parte de la discusión se enfocó en cómo vivían unos y otros los fracasos y frustraciones en el camino hacia un emprendimiento exitoso. Uno de ellos, con tonada “paisa” (como se habla en Medellín, Colombia), decía: “Eso es lo que yo admiro de los gringos, su capacidad de ver el error como oportunidades. Desde mi humilde opinión, el surgimiento de una nación pujante, como la americana, fue el resultado del esfuerzo —desarticulado la mayoría de las veces— de un sinnúmero de pequeños emprendedores individualistas que apostaron todo lo que tenían en pos de la prosperidad que imaginaban. Y esa fue la filosofía: intentar y fallar. Y aprender. Y volver a intentar. Ahí está el secreto del logro de los objetivos”.

A la otra persona no le pude identificar el canto de su español, pero parecía haber vivido en varias ciudades latinoamericanas. Mientras asentía con la cabeza, había una mueca en su boca y la arruga de las cejas anunciaba un contraargumento.

Diferencias 

—No te voy a decir que no, pero para mí ellos le ponen foco a los resultados por su forma de entender la responsabilidad, es como que se hacen cargo de que se note su propio desempeño, de sobresalir sobre el resto, mientras que los latinos nos enfocamos más en cómo les va a nuestros equipos mezclando el propio desempeño con el del equipo —rebatió.

—Eso de mezclar está bien claro para los latinos, y a veces confundimos los límites entre lo que pasa en la empresa y lo personal. Se escucha mucho la palabra familia para definir a un buen equipo. Velamos por nuestros equipos, pero confundimos un poco los dominios —respondió el del acento colombiano.

—¿Y no te parece algo bueno? Tiene que ver con meterle pasión a los proyectos y a la gente con quienes los compartimos.

—Por un lado puede ser bueno, pero pienso que esa forma de meterle tanta pasión también hace que se tomen todo muy personal y que no les ayude a tomar una verdadera perspectiva de los asuntos que enfrentan.

—¿A qué te referís?

—Muchas veces no se guían por normas u obligaciones, sino que todo depende mucho más de quiénes estén involucrados, y son más discrecionales. Fijate que los americanos son más formales, siguen las reglas con justicia.

—Pienso que es porque los latinos les damos mucha importancia a las relaciones entre personas, y las normas sueltas son muy frías, no aplican lo que hay que valorar en cada caso particular. Imagino que por eso debe ser que no mezclan lo personal con el trabajo. De ese modo dejan las relaciones para sus familias y fuera del trabajo.

—No estoy del todo seguro, pero otro aspecto que me impresiona mucho de los gringos es que no se conforman con lo que pasa. Intentan ser parte del cambio que buscan.

—Esa es una forma positiva de verlos. Para mí, ese aspecto es una forma de esconder esa necesidad que tienen de controlarlo todo. Les cuesta aceptar las cosas como son, siempre queriendo cambiarlo todo. Para mí, los latinos somos más adaptables, tomamos muchas cosas como son y nos adaptamos. Por ejemplo, mirá a los argentinos y su clásico ‘atalo con alambre’, sin querer darle vueltas a todo, aceptando lo que hay que aceptar sin querer controlar todo. Les das un objetivo, con un presupuesto más un equipo, y de alguna forma lo consiguen, y esto sin querer controlarlo todo.

—Puede que a veces sea así, pero muchas veces lo que se oye es una queja continua cerca de lo que sucede, sin aceptarlo y sin hacer nada para poder cambiarlo.

—No exageres. Es una forma rápida de descargarse y conectar con los demás.

—No exagero, muchas conversaciones de los mánager latinos van de la queja con los jefes a la queja con los colaboradores, de quejarse de los sindicatos o de lo que piden los accionistas desde la casa matriz.

Error-triunfo 

—Lo tomo. ¿Y cómo lo hacen los gringos?

—Puede que se quejen en privado, pero en el trabajo tratan de seguir las reglas, haciéndose responsables, tratando de poder conseguir lo que buscan. Volviendo al tema de cómo tomarse los fracasos, los americanos piensan que los errores están ahí para enseñarles cómo mejorar, como mojones de una senda de aprendizaje. Es innegable que muchos pequeños empresarios se arruinaron y quedaron en el camino, pero muchos otros prosperaron y salieron adelante, contribuyendo al progreso de la nación que les dio lugar. Suena paradójico que su progreso colectivo sea a través de un motor individual.

—Debo reconocer que a veces a los latinos nos cuesta aprender de los errores. Es como si entendiéramos más de culpa que de responsabilidad, y es frecuente esconderlos. ¿A qué se deberá?

—No sé a qué se debe en el caso de los ejecutivos de América Latina. Pienso que los norteamericanos viven en un contexto de competencia y supervivencia del más apto, y equivocarse suma al capital de experiencias que fortalece a lo largo del tiempo. El error es siempre una oportunidad.

—En América Latina, con empresas multinacionales de capitales americanos o europeos también se da esta alta exigencia.

—Sí, pero eso es de los últimos años, y la respuesta tiene que ver más con negar que con aceptar, y así es que aparecen los síntomas de mucho estrés.

—Hoy en día, el estrés no es patrimonio de América Latina o de Estados Unidos. Pienso que es un aspecto que está más vinculado con las personas de empresas, pues es allí donde no hay tiempo para nada.

Y debe haber sido el tema del estrés que me hizo conectar con mis viajes, mis clases, las consultas y todo lo que tengo que hacer sin contar con el tiempo suficiente.

“Los americanos piensan que los errores están ahí para enseñarles cómo mejorar, como mojones de una senda de aprendizaje. Es innegable que muchos pequeños empresarios se arruinaron y quedaron en el camino, pero muchos otros prosperaron y salieron adelante, contribuyendo al progreso”.

(rrivarola@iae.edu.ar y pfay@iae.edu.ar)

*El contenido de este artículo fue preparado por el profesor Rodolfo Q. Rivarola, director del programa Liderazgo, Conflicto y Coraje del IAE - Business School, y el licenciado Alejandro Gardella, director regional de desarrollo de Arcelor-Mittal, sobre la base de sus propias experiencias como de algunas ideas del doctor Fons Trompenaars.

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