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La mano de obra, en general, necesita mejorar su rendimiento y sus capacidades para poder ingresar y competir en un mercado laboral, que exige cada vez más atención, especialización, capacitación y también mayor valor agregado.
Equilibrio en la cuerda floja
La búsqueda del equilibrio ante todo el estrés que implica el ajetreo de la vida actual se convierte hoy en día en un desafío casi utópico. La presión en el mercado de trabajo aumenta cada vez más pues, en general, todos queremos tener un buen empleo, ganar bien, mantener una mejor calidad de vida, pero al mismo tiempo queremos tener una existencia agradable, con tiempo de calidad para nuestras actividades personales y para compartir en familia.
Entonces, ¿Cómo podemos resolver esta disyuntiva? ¿Cómo compaginamos y logramos el equilibrio entre el trabajo y la vida privada? Para lograr satisfacción es preciso mantener un balance emocional, afectivo y financiero entre nuestros espacios de desarrollo: actividad laboral, vínculos afectivos y vida interior.
El espacio de vida interior lo relaciono a la sensación de autoconfianza, autoestima, sabernos capaces de salir adelante y progresar en nuestra vida, lo cual nos lleva nuevamente a evaluar la relación que existe entre lo que hacemos para vivir y la forma en la que vivimos, pues no podemos desconectar quienes somos de lo que hacemos y de cómo lo hacemos.
Todo esto presenta un desafío a las empresas, que deben transformar sus culturas organizacionales y crear condiciones laborales para que exista apertura, flexibilidad y tolerancia. Para que esto sea posible las organizaciones deben escuchar a los colaboradores, establecer un feedback e incluso un tiempo destinado a la reflexión, a repensar las empresas como espacios de creación de riqueza en donde los colaboradores deben encontrar un soporte integral de equilibrio a sus vidas.
Así, el sector empresarial necesita ampliar su mirada; ya no se trata solo de producir para ser rentable, sino que debe poder ver el valor de las personas y comprometerse a crear condiciones de equilibrio para las mismas, por ejemplo: fomentando y protegiendo su salud, bienestar, actividades físicas, distracción, etc. porque todo eso está impactando en el rendimiento y productividad de los colaboradores.
Somos distintos
Ante las mismas situaciones, las personas realizamos distintas interpretaciones, por eso reaccionamos de manera distinta a un mismo estímulo. Entonces, a medida que gestionamos las presiones en el mundo laboral y personal, podemos distinguir cuatro tipos distintos de actitudes que definen el grado de satisfacción, equilibrio o felicidad:
- Los “equilibristas”: sienten satisfacción plena, pueden ser identificados como felices por lograr alcanzar sus ambiciones, pueden satisfacer sus expectativas en todas las áreas de su vida, se sienten plenos y en paz con sus triunfos, en general son proactivos y les gusta ver avances en la conquista de nuevas metas.
- Los “agobiados”: no consiguen alcanzar sus ambiciones, quizás porque sean desproporcionadamente grandes con relación a sus capacidades, pero independientemente al motivo, sienten culpa y mucha presión por no lograr sus metas.
- Los “resignados”: no pueden lograr ni sus grandes ni sus mínimas ambiciones, sienten lástima por ellos mismos, consiguen encontrar en factores externos la justificación de sus infortunios; y por último;
- Los “conformistas”: confundidos a veces como personas muy pasivas, en realidad están contentos con lo poco o nada que consigan, no se trata de alcanzar metas, simplemente se complacen con lo que tienen, con quienes son y con la forma en la que se les presenta la vida.
Pareciera obvio que los equilibristas y los conformistas son los más felices, los que sienten mayor satisfacción en todas las áreas de su vida. Los primeros por focalizarse en avanzar y conquistar cada día más metas, lo que nuevamente los motiva e impulsa mientras que los conformistas no saben o no consideran que esa posibilidad pudiera existir, lo que tampoco les incomoda.
En contrapartida, a los agobiados y a los resignados les cuesta mucho encontrar espacios de equilibrio, sintiéndose permanentemente insatisfechos con su vida personal y laboral, buscan de alguna manera el oxígeno o la ayuda para resolver el problema, sin considerarse capaces de lograr por ellos mismos la satisfacción que precisan.
Por todo esto, honestamente hablando, resulta obvio con qué tipo de colaboradores quisieran contar todas las empresas. La dificultad que se presenta es que los “equilibristas” son ambiciosos, proactivos y constantemente exigen más, pues si no les gusta lo que tienen no temen avanzar hacia otras metas.
Las familias también van cambiando de forma y, muchas veces, las decisiones personales van orientándose hacia caminos distintos a los tradicionales, por ello, actualmente, hay cambios sociales que pueden identificarse con estas preferencias.
Por ejemplo, cada día son más los jóvenes que priorizan su profesión y carrera laboral, decidiendo formar una familia luego de los 30 años, por lo tanto probablemente ya no tendrán tantos hijos como tuvieron sus padres o abuelos; pero, por otro lado, ya se encuentran en roles relevantes en las organizaciones cuando forman esa familia y quieren destinar tiempo de calidad al cuidado de sus afectos. Además, las distancias son cada vez más largas (midiendo en tiempos de traslado), no es sencillo conseguir personas de confianza para dejar a los niños a su cargo, las abuelas también trabajan, entre otra serie de cuestiones que cambian las dinámicas familiares tradicionales.
Las empresas precisan ser conscientes de esto, pues deben presentar propuestas de valor a los colaboradores y brindarles la posibilidad de equilibrar su calidad de vida entre el trabajo, su familia y su crecimiento personal. Si esto no se gestiona adecuadamente en las organizaciones, se corre el riesgo de dejar escapar a los mejores talentos. Por ello, se plantea cada vez con mayor fuerza el trabajar sobre metas, flexibilizar horarios, innovar en tareas a través de la tecnología, etc. Las nuevas obligaciones de las organizaciones como la Ley de lactancia materna, contar con centros de estimulación infantil, políticas de equidad de género o inclusión laboral, entre otros golpean a aquellas empresas que no están preparadas, pues más allá de acciones aisladas de responsabilidad social, se trata de una forma de ser y de gestionar los negocios enfocada a mejorar las condiciones de felicidad basada en la sensación de satisfacción y equilibrio.
A los “equilibristas” no les basta con tener éxito en el trabajo, también quieren ser padres ejemplares, mantenerse en buena forma física, disfrutar de espacios de recreación y tener tiempo con los amigos, sin dejar de capacitarse y viajar, todo esto mientras cuentan con recursos financieros que les brinden un ingreso pasivo. Gestionar todo esto no resulta fácil y todo atenta contra el equilibrio.
Tenemos un gran desafío, buscar satisfacción en todos los ámbitos de nuestra vida a pesar de la presión laboral y sus ambiciones. Las empresas deben brindar las condiciones para que los colaboradores puedan lograr esa armonía de manera integral. Sigamos hablando de dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.
gloria@ayalaperson.com.py