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Entre el sofisma, la falacia y el delirio casi no existen demarcaciones. Goebbels, ministro de la propaganda nazi, era una persona con promedio intelectual muy elevado. Usaba las medias verdades con maestría, mezclaba la verdad con la mentira de una manera soberbia. Tanto agitaba su mezcla, que lo convertía en una poción cuasi mágica. Embrujaba a jóvenes, mujeres y ancianos que, alucinados y engañados, acabaron cerrando filas con el Tercer Reicht, la máquina más sanguinaria, perversa y maléfica de la historia humana.
Estas medias verdades o mentiras, Goebbels los agrupó en 11 “principios” que, por analogía, los transportaremos a las binacionales como nuestros campos de batallas.
1.- “Principio” de simplificación y del enemigo único. El enemigo en Itaipú es uno solo, la transparencia; mientras más cerradas sean las puertas, menos entendimiento habrá y el pueblo se mantendrá calmo. Si es necesario crear otra “certeza constitucional”, creámosla.
2.- Principio del método de contagio. Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada, llámese judío, gitano o negro. El enemigo en Itaipú es el que busca la verdad y la justicia.
3.- Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”. Si eres incapaz de ser patriota, declara a los otros de tu misma calaña. El entreguista y claudicante jamás existió en Itaipu, solo fueron creaciones de una “prensa enemiga”.
4.- Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave. Si alguien osa ir contra el “sistema” decláralo comunista, ateo, apátrida o legionario. Si permites que el enemigo crezca, te sacará del negocio de la exclusividad. Ser barón de Itaipú no es para cualquiera.
5.- Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y tienen gran facilidad para olvidar”. Así podemos hablar de los récords de producción, del ahorro de US$ 8 millones en gastos de transporte, de los malos gastos, de la reinversión social. Olvidemos que de los 40 años de Itaipú, 35 estuvo en manos de un poder monocromático, omnímodo y perverso.
6.- Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Los gastos sociales son un pequeña parte del presupuesto de Itaipú. Son US$ 70 millones, pero estratégicamente gastados en zonas vulnerables como el bañado, en algunas escuelas, en becas, etc. serán multiplicados en su efecto propagandístico. Con poco dinero se logra dejar bien al partido dominante y al administrador de turno. Si lo aplico a ambulancias, patrulleras, viviendas sociales se verá a Itaipú con el gran padre protector, proveedor y bonachón.
7.- Principio de renovación. Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario no deben contrarrestar el nivel creciente de acusaciones. La Itaipú pagó en todos los tiempos millones de dólares en propaganda. Con eso logró “comprar” espacios críticos importantes. Fue una inversión hecha en políticos, periodistas y sindicalistas amarillos. Siempre funciona. Este espacio es su principal dolor de cabeza.
8.- Principio de la verosimilitud. Construir argumentos desde fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias. Lancemos ideas como la construcción de pequeñas centrales hidroeléctricas, fabricación de hidrógeno, de paneles solares con “energía excedente de Itaipú”, olvidando que el único excedente es paraguayo. Hagamos cualquier obra, por más ridícula que sea, como arar en el agua, pero nunca toquemos el avispero del precio justo. Los principales aliados de consejeros y directores paraguayos son sus pares brasileños.
9.- Principio del silenciamiento. Acallar sobre las cuestiones en las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines. Cuando aparecen diagnósticos o análisis como el de Jeffrey Sachs, sobre la cancelación de la deuda de Itaipú, o el Acuerdo Lugo-Lula, debemos minimizarlo, ningunearlo y, si es posible, archivarlos.
10.- Principio de la transfusión. Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de algo preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas. Si un “correligionario” se equivoca, minimicémosla, guardémosle. Utilicemos la teoría de la bóveda, donde si cae un ladrillo, cae todo el techo. Si el adversario se equivoca, multipliquemos por diez y repitámosla diariamente, en todos los medios amigos y redes sociales; así, al final, el “mal conocido” será mejor que el mal “por conocer”.
11.- Principio de la unanimidad. Llegar a convencer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando la impresión de unanimidad. Si fulano luego era corrupto, si hasta mengano se corrompió, entonces todos somos corruptos. No vale la pena ser bueno, honesto, ni patriota. El Paraguay solo puso el agua.
Por último, recordamos que Goebbels se suicidó junto a su esposa después de envenenar a sus seis hijos. Así acaban los embusteros, sin excepción.
(*) Exsecretario general del Sticcap.
Jubilado de Itaipú Binacional