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Usualmente se define como “generación Y” a los nacidos entre las décadas de los 80 y los 90. Estos jóvenes llegan a la fuerza laboral acostumbrados a una forma de vida totalmente diferente a la vivida por la generación anterior.
¿Quienes son nuestros nuevos compañeros?
Hasta hace 20 años, cuando una persona iniciaba sus actividades laborales estimaba que podría desarrollar una carrera laboral a largo plazo en la misma empresa y le daba mucho valor a su antigüedad y estabilidad.
Hoy en día, cuando los gerentes de Talento Humano entrevistan a jóvenes para cubrir puestos en su organización, se encuentran muchas veces con personas sumamente talentosas y sin temor a la inseguridad, usualmente los mismos han crecido con ambos padres trabajando y han recibido una fuerte influencia de docentes, amigos e incluso de abuelos quienes participan activamente en su formación, pasan mucho más tiempo en las actividades escolares que el que utilizábamos sus padres.
Compartir sin conversar
Estos jóvenes comparten sus actividades, sentimientos y vivencias en las redes sociales, sin embargo rara vez conversan personalmente con sus amigos o sus padres sobre temas que los afectan profundamente. Escuchan músicas que bajan directamente de la red, permanecen conectados a sus computadoras y celulares largas horas al día, tienen mayor acceso al conocimiento y a la información que sus padres y profesores, pueden ser muy rebeldes y en ocasiones sentimos que han perdido el respeto a la autoridad formal o jerárquica, lo que les permite hablar sin tapujos y expresar sus pensamientos libremente, por ello aprecian el trato igualitario.
Muchas veces nos enfrentamos con nuevos colaboradores que son individualistas y sus decisiones giran en torno a su gusto y comodidad. Son exigentes al elegir las tareas y actividades que desean realizar, como si permanentemente buscaran la diversión y motivación, para sentir que una tarea realmente los beneficia en su crecimiento personal.
La tecnología los hace vivir en un mundo de inmediatez, son muy impacientes en todo y quieren todo ahora mismo, como si no existiera tiempo pasado ni futuro, el primero no les interesa y el siguiente no les preocupa, toman sus decisiones de manera rápida y por ello exigen respuesta inmediata, de lo contrario tienden a aburrirse.
Usualmente dan la sensación de ser irresponsables y que huyen de los compromisos, no le dan valor a la estabilidad en el empleo, por lo que cambian varias veces de trabajo sin que les afecte pues le dan más importancia a su vida personal que a la laboral. Esto lleva a que valoren sus emociones y detestan la insensibilidad de las organizaciones empresariales rígidas.
Parecería que la nueva adolescencia podría ir hasta los 25, pues no abandonan el hogar paterno pronto ni precisan de casarse para hacerlo pues aprecian su independencia, aunque ponen a prueba su salud financiera constantemente, sin temor al futuro se arriesgan en demasía al momento de tomar deudas, quizás en parte por la generosidad de los padres, quienes al estar mucho tiempo fuera de la casa en ocasiones tratan de compensar su ausencia con regalos y los consienten en demasía fomentando malas aptitudes en cuanto a la administración del dinero.
¿A qué nos enfrentamos?
Los jóvenes cada día son más creativos, pues gozan de la libertad sin los temores acerca del futuro o del qué dirán, lo que les permite asumir mayores desafíos. Cuentan con mayor y mejor educación, llegan a la fuerza laboral con un conocimiento más amplio del mundo, les gusta viajar y conocer otras culturas, lo que les abre panoramas y rompe paradigmas impuestos por los prejuicios.
Ellos se encuentran cultural y tecnológicamente conectados al mundo, la globalización es su manera de ver la vida, quizás por ello no puedan visualizarse atrapados en una empresa por largo tiempo. No respetan las largas jornadas laborales con el cumplimiento estricto de horarios y tampoco quieren dar la “milla extra” por la organización, pues esto les limita y les recuerda el esfuerzo eterno de sus padres sin disfrutar de las prioridades de la vida, sin tiempo para ellos mismos.
Actualmente, en las empresas se encuentran las dos generaciones y se produce un choque cultural importante. Por un lado, la “generación X” acostumbrada al sacrificio de largas jornadas laborales para conseguir metas a cambio de un salario y la satisfacción del deber cumplido, todo ello quizás aprendido de sus padres y desde luego de una educación formal y convencional, donde se apreciaban la estabilidad y los beneficios adquiridos a lo largo de la carrera laboral.
Por el otro, en cambio, se encuentra la nueva fuerza laboral, chicos con tremendas capacidades y talentos que suman energía, entusiasmo, conocimiento y creatividad, pero con una dosis de falta de compromiso a largo plazo y con una pizca de viveza asociada a su ambición personal por sobre la organización.
Este choque se siente en la producción, en la eficiencia y se traduce en el producto o servicio que ofrecemos al mercado. Los jóvenes traen su inestabilidad a las organizaciones, lo que les produce pánico a los gerentes acostumbrados a tener reglas claras y exigencias basadas en la confianza de contar con colaboradores comprometidos.
Como nunca antes se organizan grupos de viajeros jóvenes, para conocer Europa, Asia o Estados Unidos, cuando esos viajes eran reservados para los grupos de tercera edad, que esperaban pacientes a juntar sus ahorros para poder pasear luego de una vida de sacrificios y esfuerzos.
Estos paseos, al igual que los celulares de última generación, autos, ropas y muchos otros gastos, representan necesidades inmediatas para los jóvenes, quienes arriesgan su buen nombre crediticio a cambio de vivir estas experiencias y satisfacer sus necesidades de estatus y diversión; aspectos en general incomprendidos en las organizaciones y poco apreciados por quienes buscan contratar nuevos talentos.
Podríamos sentenciar que debemos acostumbrarnos a esta nueva juventud, pero prefiero señalar que el punto intermedio de equilibrio entre partes es necesario para construir los nuevos modelos de empresas que estamos desarrollando.
Para que logremos desarrollar empresas fortalecidas con los talentos de los jóvenes, tenemos que rescatar los factores positivos que esta nueva generación de compañeros de trabajo trae consigo. Su creatividad, su dinamismo, su sensibilidad, sus emociones y pasiones son condimentos indispensables para conseguir empresas más humanas y eficientes, podemos aprovechar y valorar las actitudes positivas que ellos nos aportan. Sigamos hablando de dinero, así aprendemos a manejarlo mejor.
Redes
Los jóvenes comparten actividades, vivencias y sentimientos en las redes sociales, pero rara vez conversan personalmente.
Fuerza
La nueva fuerza laboral, chicos con tremendas capacidades y talentos que suman energía, entusiasmo, pero sin compromiso.
Rescate
Debemos rescatar los factores positivos que la nueva generación de compañeros de trabajo trae consigo a la empresa.
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