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Existe un exceso de demanda, por ejemplo, cuando baja mucho el precio de un bien y consecuentemente aumenta la cantidad de interesados en adquirir dicho producto; esto hace, al mismo tiempo, que la cantidad ofrecida sea insuficiente.
Por otro lado, al reducirse el margen de rentabilidad, las empresas productoras están menos interesadas en ofrecerlo. Se producen las filas, el desabastecimiento, el racionamiento; es decir, muchos interesados en comprar un producto, pero las industrias ofrecen menos cantidades.
En ese caso el mercado sale del equilibrio, hasta que llegue un nuevo punto de armonía.
Si el precio de un bien sube nuevamente se afecta el equilibrio. Habrá más vendedores interesados en ofertar (ya que la rentabilidad será mayor) pero al mismo tiempo menos compradores interesados en comprar (porque el precio es más alto). Esta situación se conoce como exceso de oferta. Queda un excedente en el mercado; pero, de la misma manera que en el caso anterior, el mercado abandona el equilibrio hasta llegar a un nuevo punto en el que se oferta tanto como se demanda.
Considerando la sumatoria de las potencias hidroenergéticas ofertadas en Acaray, Itaipú y Yacyretá, que entregan al Sistema Interconectado Nacional, SIN, aproximadamente 8.000 MW, mientras que la demanda nacional no pasa los 2.600 MW (en horas pico), se puede deducir que nos encontramos ante un exceso de oferta. Aproximadamente 5.400 MW de excedentes que nos corresponden genuinamente están disponibles para la venta.
Todos sabemos, sin embargo que, por la condición del subdesarrollo de nuestro país, además de la miopía de los “planificadores” del SIN, solo podemos ceder nuestros excedentes a precio de costo a nuestros socios condóminos.
Si en un hipotético caso fuese construida la Central Hidroeléctrica de Ypané, adicionaríamos a nuestro superávit lo generado en esa central, llevándonos a una superoferta de energía. La pregunta del millón: ¿A quién beneficia esta superoferta? ¿Dónde está el negocio para el país? ¿Es un negocio o un negociado más?
El proyecto Ypané forma parte de un paquete denominada PCH (pequeñas centrales hidroeléctricas) y más parece un proyecto improvisado por asesores mediocres del sector eléctrico nacional que de nuestro Plan 2030.
Las características de estos asesores 3NI es que: Ni planifican, Ni trabajan para el progreso nacional y, NI tienen la más pálida idea de lo que es política pública. Estos administradores 3NI, no contentos con llevar al Paraguay a un ritmo de tortuga, ahora lo quieren llevar al paso del cangrejo (hacia atrás).
La energía eléctrica es un producto que no se puede almacenar, por ello se lo debe dar una plusvalía. La mejor y más conocida es la industrial, la de alta calidad. Mientras discutamos el sexo de los ángeles o preguntemos quién apareció primero: la gallina o el huevo, los excedentes energéticos seguirán “exportándose” en ambas binacionales. Es un tremendo desperdicio sin valor agregado y una sangría para nuestra soberanía.
Recientemente, y con un buen tino económico, el Presidente de la República dejó sin efecto el proyecto de maquinización del Yguazú. Fue considerado inviable por otro equipo asesor (al respecto me referí en un artículo titulado: “Maquinización del Yguazú, un proyecto inviable”, publicado en estas páginas el 2 de marzo de 2014.
Administremos hoy para satisfacer las necesidades del presente, pero teniendo en cuenta a las generaciones futuras. Apliquemos los criterios de sustentabilidad, más aún, considerando la situación del subdesarrollo en el cual nos hallamos sumergidos. Los altos índices de pobreza y pobreza extrema no nos permiten ensayar con la población.
Hoy día es imposible administrar con técnicos de visión estrecha; la percepción holística, proactiva y honesta, es necesaria para atraer industrias generadoras de empleos. Solo así combatiremos la pobreza que hoy es uno de los principales enemigos del Estado. No obstante, existen otras prioridades como la creación del Ministerio de Energía y Minas, que debería planificar las políticas públicas respectivas y la disponibilización de energía abundante y segura en baja tensión. El problema principal de nuestro SIN no es la oferta de energía en las fuentes, sino al final de la cadena. El sistema de distribución está colapsado.
Además del anillado entre la Itaipú, Villa Hayes y Yacyretá en 500 KV, se necesita robustecer los troncales de la subtransmisión en 220 KV.
La sustitución de miles de transformadores obsoletos y subdimensionados es una imperiosa necesidad. Centenares de kilómetros de líneas de distribución en media y baja tensión están con su vida útil vencida y muchas redes son apenas monofásicas. Las subestaciones en potenciales zonas industriales forman otra gran utopía.
Por todo lo expuesto sugiero postergar el proyecto Ypané y cuidar sus respectivas cuencas y microcuencas. Esta obra pertenece al futuro y no al presente. Fácilmente caeríamos en el mismo error del Proyecto Maquinización del Yguazú.
(*) Licenciado en Administración de Empresas- UCA, Alto Paraná; Funcionario Técnico de Itaipú Binacional
Juliocesar_be@hotmail.com;
jbenitez@itaipu.gov.py